El viaje de Mateo


Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en una ciudad muy grande. Era un niño curioso y aventurero, siempre estaba explorando nuevos lugares y descubriendo cosas emocionantes.

Un día, Mateo decidió salir a pasear por la ciudad solo. Caminaba por las calles llenas de luces y gente, disfrutando de cada rincón que encontraba. Pero cuando empezó a oscurecer, se dio cuenta de que había perdido el rumbo y no sabía cómo volver a casa.

Mateo comenzó a sentirse asustado. La oscuridad rodeaba sus pensamientos y su corazón latía rápido. Pero en lugar de dejarse llevar por el miedo, decidió mantener la calma y buscar una solución.

Caminó un poco más hasta llegar a una plaza donde vio a un señor mayor sentado en un banco alimentando palomas. Se acercó tímidamente al hombre y le dijo:- Disculpe señor, me he perdido y no sé cómo volver a mi casa.

El señor sonrió amablemente y le respondió:- No te preocupes pequeño, puedo ayudarte. ¿Dónde vives? Mateo le dio la dirección de su casa al señor quien sacó su teléfono celular para buscar un mapa.

- Mira aquí -dijo el señor mostrándole el mapa-, estamos aquí en la plaza, así que debemos ir hacia ese camino para llegar hasta tu casa. Mateo siguió las indicaciones del señor con atención mientras caminaban juntos hacia su hogar.

Durante el camino, el señor le contaba historias sobre la ciudad y le daba consejos sobre cómo orientarse mejor. Pero justo cuando pensaban que habían encontrado el camino correcto, se encontraron con una calle cerrada por obras.

Mateo comenzó a sentirse desanimado, pero el señor le dijo:- No te preocupes, siempre hay soluciones para los obstáculos. Si no podemos ir por aquí, encontraremos otro camino. Juntos buscaron otra ruta y finalmente lograron llegar a la casa de Mateo.

El niño estaba tan agradecido que no sabía cómo expresar su gratitud al señor. - Muchas gracias por ayudarme -dijo Mateo emocionado-. Sin ti, no sé qué hubiera hecho. El señor sonrió y le respondió:- Estoy feliz de haber podido ayudarte.

Recuerda siempre mantener la calma y buscar soluciones cuando te encuentres en situaciones difíciles. Mateo aprendió una gran lección esa noche: nunca debía perder la esperanza y siempre debía pedir ayuda cuando lo necesitara.

Desde ese día en adelante, se convirtió en un niño más valiente y seguro de sí mismo. Y así termina esta historia, recordándonos que incluso en las situaciones más oscuras, siempre hay alguien dispuesto a iluminar nuestro camino y ayudarnos a encontrar nuestro hogar.

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