El viaje de Mateo



Había una vez un ratoncito llamado Mateo que vivía en el parque. A diferencia de otros ratones, Mateo tenía un problema: no veía muy bien. Necesitaba usar anteojos para poder ver claramente.

Un día soleado, mientras paseaba por el parque con sus amigos, Mateo se dio cuenta de que algo no andaba bien. No podía leer los letreros y tropezaba constantemente con las piedras del camino.

Esto lo entristeció mucho, ya que quería ser tan ágil como sus amigos. "¡Ay! ¡Otra vez me tropecé! No puedo seguir así", se lamentó Mateo. Sus amigos, al notar su tristeza, se acercaron a él para preguntarle qué le pasaba.

"¿Qué te ocurre, Mateo? Pareces preocupado", dijo Lucas, uno de sus mejores amigos. Mateo les explicó su problema y cómo eso le dificultaba disfrutar plenamente de sus juegos en el parque. Sus amigos escucharon atentamente y pensaron en una solución. "No te preocupes, Mateo.

Vamos a ayudarte", exclamó Sofía con determinación. Juntos idearon un plan para mejorar la visión de Mateo. Decidieron visitar al sabio búho del parque para pedirle consejo. El búho era conocido por su gran sabiduría y experiencia en resolver problemas difíciles.

Al llegar a su hogar en el viejo roble del parque, los amiguitos ratones pidieron ayuda al búho con mucha humildad y respeto. "Sabio búho -dijo Lucas-, nuestro amigo Mateo tiene problemas de visión y queremos ayudarlo.

¿Tienes alguna idea?"El búho, con su voz profunda y calmada, les explicó que había una planta especial en el bosque que podía mejorar la vista de Mateo. "Es la planta de los ojos agudos", dijo el búho.

"Sus hojas contienen un néctar mágico que puede fortalecer la visión". Los ratoncitos se alegraron al escuchar esto y preguntaron dónde podían encontrar esa planta tan maravillosa.

"La planta solo crece en lo más profundo del bosque encantado, pero si trabajan juntos, podrán encontrarla", respondió el sabio búho. Sin perder tiempo, Mateo y sus amigos se adentraron en el bosque encantado. Caminaron entre árboles altos y arbustos espesos hasta que finalmente encontraron la planta de los ojos agudos.

Con mucho cuidado, recolectaron las hojas de la planta y prepararon un brebaje con ellas siguiendo las indicaciones del sabio búho. Luego le dieron a beber a Mateo aquel néctar mágico. Pasados unos días, Mateo comenzó a notar cambios en su visión.

Los colores eran más brillantes y los objetos más nítidos. Se sentía emocionado por poder ver claramente como sus amigos. Desde aquel día, Mateo continuó usando sus anteojos para asegurarse de mantener una buena visión.

Aprendió a valorar aún más cada detalle hermoso del parque: las flores multicolores, las ardillas jugando entre los árboles e incluso las letras pequeñas de los libros. La historia de Mateo y su superación se corrió por todo el parque.

Los animales quedaron asombrados y admirados por su determinación y valentía. Mateo les enseñó que, a pesar de las dificultades, siempre hay una solución si trabajamos juntos.

Y así, Mateo siguió disfrutando de sus aventuras en el parque junto a sus amigos, recordando que la visión clara no solo se encuentra en los ojos, sino también en el corazón.

FIN.

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