El viaje de Mateo hacia el amor y la aceptación


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Mateo. Mateo era un niño muy especial que vivía con una familia de acogida, Luis y Marta, quienes lo amaban como si fuera su propio hijo.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Mateo escuchó a Luis y Marta hablar en voz baja sobre la posibilidad de que él tuviera que irse a vivir con otra familia.

El corazón de Mateo se llenó de tristeza al escuchar esas palabras, no podía entender por qué tendría que dejar la casa y a las personas que tanto quería.

Esa noche, antes de dormir, Mateo le preguntó a Luis y Marta si era verdad que tendría que irse. Ellos le explicaron con mucho amor y ternura que sí, que había llegado el momento de que estuviera con otra familia para siempre.

Aunque fue difícil para Mateo asimilarlo, sabía en su corazón que siempre serían su familia sin importar dónde estuviera. Los días pasaron y llegó el momento de despedirse. En la estación de trenes, junto a Luis y Marta, esperaba la nueva familia adoptiva de Mateo.

La señora Ana y el señor Juan eran personas amables y cariñosas que lo recibieron con los brazos abiertos. "Mateo, recuerda siempre lo mucho que te queremos", dijo Marta con lágrimas en los ojos.

"Sí, nunca olvides todo lo aprendido aquí", agregó Luis con voz emocionada. Mateo abrazó fuerte a sus papás de acogida sabiendo en su corazón que aunque estaba empezando una nueva etapa en su vida junto a una nueva familia maravillosa, ellos siempre estarían presentes en su corazón.

La señora Ana tomó la mano de Mateo y juntos abordaron el tren hacia su nuevo hogar. Durante el viaje, ella le contó historias maravillosas y le prometió cuidarlo siempre como si fuera su propio hijo.

Al llegar a casa, Mateo encontró un cuarto lleno de juguetes y colores brillantes preparados especialmente para él. Se sintió feliz al ver tanto amor reflejado en cada rincón del lugar. Con el tiempo, Mateo fue aceptando poco a poco este nuevo capítulo en su vida.

La señora Ana y el señor Juan se convirtieron en sus nuevos papás adoptivos pero nunca olvidaría a Luis y Marta quienes fueron sus primeros padres de acogida.

Y así pasaron los años; creció rodeado del amor incondicional de dos familias maravillosas que lo guiaron por el camino del amor y la aceptación.

Siempre recordaría las enseñanzas recibidas en Villa Esperanza: Que el verdadero amor no tiene límites ni fronteras; Que donde haya amor verdadero siempre habrá un hogar esperándote; Y sobre todo... Que nunca estarías solo porque llevabas contigo el cariño eterno e inquebrantable de aquellos quienes te vieron crecer desde pequeño hasta convertirte en un gran hombre.

Dirección del Cuentito copiada!
1