El viaje de Mateo hacia el corazón
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Alegría, un niño llamado Mateo que tenía una habilidad especial: podía ver y hablar con las emociones.
Sí, así como lo lees, para él las emociones no eran abstractas, ¡eran personajes reales que vivían dentro de cada persona! Un día, mientras caminaba por el parque, vio a Tristeza sentada en un banco llorando. Se acercó a ella y le preguntó qué le pasaba.
"Estoy triste porque siento que nadie me entiende", respondió Tristeza con voz apagada. Mateo la escuchó atentamente y le dijo: "Sé cómo te sentís. A veces todos nos sentimos solos o incomprendidos. Pero siempre hay alguien dispuesto a escucharte y ayudarte".
Tristeza se secó las lágrimas y le sonrió agradecida antes de desaparecer.
A medida que Mateo recorría el pueblo, se encontraba con diferentes emociones: Alegría jugando con los niños en la plaza, Enojo discutiendo con la señora del almacén, Miedo escondido detrás de un árbol mirando pasar a la gente... Un día, Curiosidad lo llevó hasta la biblioteca del pueblo. Allí descubrió un viejo diccionario de emociones olvidado en una estantería polvorienta. Lo hojeó curioso y encontró palabras como empatía, gratitud, valentía...
palabras que no conocía pero que despertaban algo especial en su corazón. Decidió llevarse el diccionario a casa y estudiarlo cada noche antes de dormir.
A medida que aprendía sobre nuevas emociones y valores, comenzó a notar cambios en su forma de relacionarse con los demás. Un día, mientras paseaba por el mercado, vio a Soledad mirando melancólicamente los productos en una verdulería.
Se acercó a ella y le dijo:"Hola Soledad, ¿necesitás ayuda para elegir unas buenas frutas?"Soledad levantó la mirada sorprendida y asintió tímidamente. Juntos seleccionaron las mejores frutas y verduras mientras charlaban animadamente. Al despedirse, Soledad le dio las gracias a Mateo por haberle sacado una sonrisa en medio de su soledad.
Los días pasaron y Mateo siguió expresando sus emociones libremente, aprendiendo nuevos valores cada día e inspirando a quienes lo rodeaban a hacer lo mismo.
Una tarde soleada, mientras jugaba en el parque con sus amigos, vio cómo Amor se acercaba lentamente hacia él. Amor lo abrazó cálidamente y le susurró al oído:"Gracias Mateo por recordarnos la importancia de expresar nuestras emociones y valores sin miedo. Gracias por ser quien eres".
Y así fue como Mateo comprendió que todas las emociones tenían su lugar en su vida; que expresarlas era parte fundamental de ser auténtico consigo mismo y con los demás; que aprender nuevos valores lo hacía crecer como persona cada día.
Desde ese momento decidió seguir siendo fiel a sí mismo: un niño capaz de ver más allá de las apariencias; un niño capaz de entender el lenguaje del corazón; un niño capaz de inspirar al mundo entero con sus acciones llenas de amor y verdad.
FIN.