El viaje de Mateo y el hada del agua



En un lejano pueblo sin colores, donde todo parecía estar cubierto por un manto gris y triste, vivía un niño llamado Mateo.

Mateo era un pequeño curioso y valiente que soñaba con ver el mundo lleno de alegría y colores. Pero en aquel lugar, incluso el río que lo atravesaba se había secado, llevándose consigo la esperanza de todos los habitantes.

Un día, mientras paseaba por las calles descoloridas del pueblo, Mateo escuchó a lo lejos un murmullo proveniente del antiguo bosque. Decidido a descubrir su origen, se adentró en él sin dudarlo. Entre los árboles marchitos y el suelo reseco, encontró una pequeña hada llorando sentada en una roca.

- ¿Qué te pasa? -preguntó Mateo con ternura. El hada levantó la mirada sorprendida al ver al niño y entre sollozos le contó que el río se había secado porque alguien había robado la esencia mágica del agua que lo alimentaba.

Sin esa esencia, no solo el río moriría para siempre, sino también la magia que mantenía vivo al pueblo. - ¡Debemos hacer algo! -exclamó determinado Mateo. Juntos idearon un plan para recuperar la esencia mágica del agua y devolverle la vida al río.

Comenzaron su búsqueda recorriendo cada rincón del pueblo en busca de pistas. Preguntaron a los ancianos sabios, exploraron las cuevas olvidadas e incluso desafiaron a la oscuridad de las noches estrelladas.

Finalmente, descubrieron que el ladrón de la esencia mágica era una malvada bruja que vivía en lo más profundo del bosque oscuro. Sin pensarlo dos veces, Mateo y el hada se adentraron en ese peligroso lugar dispuestos a enfrentar cualquier obstáculo para recuperar lo robado.

Después de superar pruebas difíciles y sortear trampas astutas, llegaron ante la guarida de la bruja. Con valentía y astucia lograron engañarla y arrebatarle la esencia mágica del agua antes de que pudiera usarla para sus malvados planes.

Al regresar al pueblo con la esencia recuperada, Mateo y el hada vertieron unas gotas sobre el lecho seco del río.

De repente, ante sus ojos asombrados, el agua comenzó a fluir nuevamente con fuerza renovada coloreando todo a su paso con tonos brillantes y vibrantes. Los habitantes del pueblo salieron jubilosos a recibir al niño héroe que les había devuelto no solo el agua vital para sus vidas sino también la esperanza perdida en un lugar sin colores.

Desde ese día en adelante, gracias a Mateo y su valentía inspiradora, el pueblo floreció como nunca antes lo había hecho llenándose de alegría y amor por los colores que adornaban cada rinconcito especial.

FIN.

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