El viaje de Mateo y su amigo del espacio


Había una vez un niño llamado Mateo que vivía en las afueras de un pequeño pueblo rodeado de un frondoso bosque. A Mateo le encantaba explorar la naturaleza y descubrir nuevos secretos en cada rincón del bosque.

Un día, mientras caminaba entre los árboles, escuchó un extraño ruido proveniente de unos arbustos cercanos. Intrigado, se acercó sigilosamente y descubrió a un pequeño extraterrestre verde con grandes ojos brillantes.

El extraterrestre parecía asustado y confundido, así que Mateo decidió tenderle una mano amiga. "Hola, soy Mateo. ¿Estás perdido?", preguntó el niño con curiosidad. El extraterrestre respondió en su idioma alienígena, pero a través de gestos lograron comunicarse.

Resulta que el extraterrestre había tenido un accidente con su nave espacial y se encontraba varado en la Tierra sin poder regresar a su planeta. Mateo sintió compasión por el visitante del espacio y decidió ayudarlo a encontrar una solución.

Fue entonces cuando recordó que cerca de allí vivía Don Tomás, un anciano sabio conocido por sus inventos extraordinarios. Sin dudarlo, Mateo tomó al extraterrestre de la mano y lo llevó hasta la cabaña de Don Tomás.

Al llegar, el anciano los recibió con calidez y escuchó atentamente la historia del visitante intergaláctico. "¡Vaya vaya! Esto es sumamente interesante", exclamó Don Tomás con entusiasmo.

Después de analizar la situación detenidamente, Don Tomás tuvo una idea brillante: unas botas especiales capaces de propulsar al extraterrestre de vuelta a su planeta. Con habilidad e ingenio, comenzaron a trabajar juntos para construir las botas mientras el extraterrestre observaba maravillado todo el proceso. Finalmente, las botas estuvieron listas y llegó el momento de despedirse.

El extraterrestre se colocó las botas especiales y se preparó para emprender su viaje de regreso a casa. "¡Gracias por todo, amigos! Nunca olvidaré su bondad", expresó el extraterrestre emocionado antes de elevarse en el aire y desaparecer entre las estrellas.

Mateo y Don Tomás observaron maravillados cómo la nave espacial se alejaba en el cielo nocturno hasta que ya no fue más que un destello fugaz. "Ha sido toda una aventura", comentó Don Tomás sonriendo.

"Sí, ¡ha sido increíble! Nunca imaginé conocer a alguien tan especial como él", respondió Mateo con gratitud en su corazón. Así concluyó esta inolvidable jornada en la vida del valiente Mateo: ayudando a un amigo alienígena perdido en medio del bosque gracias a su generosidad y espíritu solidario.

Y desde ese día en adelante, cada vez que miraban al cielo estrellado recordaban aquella increíble experiencia que los unió para siempre en amistad y aventuras únicas bajo la luz de la Luna.

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