El viaje de Mateo y sus amigos



Había una vez una hermosa isla en medio del océano, donde el sol siempre brillaba y las aguas eran cristalinas. En esa isla vivían muchos animales y plantas que se llevaban muy bien entre sí.

Un día, la isla se despertó con una sorpresa: había aparecido una persona en la orilla. Era un niño llamado Mateo, quien se encontraba solo y asustado. Los animales de la isla, al verlo, decidieron acercarse para ayudarlo.

El primero en acercarse fue Pepito, un simpático pingüino que le dijo a Mateo: "¡Hola! Bienvenido a nuestra isla. ¿Necesitas ayuda?"Mateo miró alrededor y respondió: "Sí, estoy perdido y no sé cómo volver a casa".

El resto de los animales también se acercaron para ofrecer su ayuda. Estaban Tomás el tucán, Lola la tortuga y Martina la mariposa. Tomás le explicó a Mateo cómo podía orientarse utilizando los árboles altos como puntos de referencia.

Lola le mostró cómo construir una balsa con troncos para poder navegar hasta encontrar ayuda. Y Martina voló por toda la isla buscando señales o barcos cercanos. Después de explorar durante horas sin éxito, todos regresaron a la playa cansados y desanimados.

Fue entonces cuando Pepito tuvo una idea brillante. "¡Tengo una idea!", exclamó emocionado Pepito. "¿Qué tal si jugamos un partido de voley? Así nos distraemos mientras seguimos buscando alguna solución".

A todos les pareció buena idea e inmediatamente comenzaron a organizar el partido. Mateo, aunque al principio estaba triste y preocupado, se animó a jugar con ellos. El partido de voley fue muy divertido. Los animales demostraron sus habilidades y Mateo también hizo lo suyo.

Se reían y disfrutaban del juego mientras la pelota iba y venía por el aire. De repente, en medio del partido, Martina levantó el vuelo para ir a buscar agua fresca.

Pero al regresar, vio algo brillante en la distancia: ¡era un barco!"¡Chicos! ¡Chicos! ¡Hay un barco acercándose!", exclamó Martina emocionada. Rápidamente todos dejaron el juego y corrieron hacia la orilla para hacer señales al barco.

Mateo no podía creerlo, su salvación había llegado gracias a los animales de la isla. El barco se acercó cada vez más hasta que finalmente rescataron a Mateo y lo llevaron de vuelta a casa con su familia. Mateo nunca olvidaría la amabilidad de los animales de la isla maravillosa.

Aprendió que cuando uno está perdido o necesita ayuda, siempre hay alguien dispuesto a tender una mano amiga. Desde aquel día, Mateo visitaba frecuentemente aquella hermosa isla para jugar voley con sus nuevos amigos animales.

Y juntos compartieron muchas aventuras llenas de diversión y aprendizaje. Y así fue como una simple partida de voley en una isla encantada ayudó a un niño perdido a encontrar su camino de regreso a casa. Fin

FIN.

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