El Viaje de Miguel y Alma



Érase una vez un amigo llamado Miguel que por las noches tenía miedo. A pesar de ser valiente durante el día, cuando llegaba la oscuridad su imaginación se disparaba y creaba todo tipo de monstruos en su mente.

Una noche, mientras Miguel se preparaba para ir a dormir, algo extraño ocurrió. Al apagar la luz de su habitación, notó una figura difusa en la esquina.

¡Era una fantasma! Miguel sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo y su corazón comenzó a latir rápidamente. La fantasma flotaba en el aire con un aspecto tenebroso, pero al acercarse Miguel pudo ver que sus ojos estaban llenos de tristeza.

Sin embargo, en lugar de huir o gritar como cualquier niño asustado haría, Miguel decidió enfrentar su miedo y hablar con la fantasma. - ¿Quién eres? - preguntó Miguel tembloroso pero decidido. - Soy Alma, una fantasma solitaria - respondió la figura con voz melancólica.

- ¿Por qué estás aquí? - cuestionó Miguel curioso. Alma le contó a Miguel que había sido una niña muy traviesa y desobediente cuando estaba viva.

Por ello, había quedado atrapada entre el mundo de los vivos y el de los muertos como castigo por sus travesuras. Desde entonces vagaba sin rumbo fijo. Miguel sintió compasión por Alma y decidió ayudarla a encontrar paz.

Juntos idearon un plan: buscarían objetos perdidos en la casa para devolverlos a sus dueños y así Alma podría descansar en paz. Durante varias noches, Miguel y Alma exploraron cada rincón de la casa en busca de cosas extraviadas. Encontraron llaves, juguetes olvidados y hasta una foto antigua que había sido escondida por el tiempo.

Cada objeto devuelto traía un poco más de tranquilidad a Alma. Poco a poco, Miguel dejó de tener miedo y comenzó a entender que las apariencias engañan.

Aunque Alma era una fantasma, tenía buen corazón y solo necesitaba ayuda para encontrar su camino. Un día, mientras buscaban en el ático, encontraron un diario viejo lleno de recuerdos felices. Era el diario perdido de la abuela de Miguel.

Con lágrimas en los ojos, Miguel leyó algunas páginas en voz alta y sintió cómo el amor y la alegría se llenaban nuevamente en su corazón. Al terminar la lectura, algo mágico ocurrió: Alma se desvaneció lentamente como si hubiera encontrado finalmente la paz que tanto anhelaba.

Desde aquel día, Miguel ya no tuvo miedo por las noches. Sabía que las sombras podían ocultar historias maravillosas y que enfrentando sus temores podía ayudar a otros a encontrar su felicidad.

Y así fue como nuestro amigo Miguel aprendió que incluso los seres más asustadores pueden necesitar ayuda y comprensión. Además, descubrió que enfrentar nuestros miedos nos hace crecer como personas y nos permite encontrar soluciones inesperadas para nuestros problemas.

FIN.

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