El Viaje de Mishell y Duvan



Mishell y Duvan se conocieron por casualidad en una charla virtual que organizó un grupo de estudiantes de América Latina. Aunque la conexión fue inmediata, había un océano de distancia entre ellos: Mishell vivía en Bolivia y Duvan en Medellín. Sin embargo, a pesar de los kilómetros, su romance floreció en el ciberespacio.

Cada noche, se sentaban frente a sus computadoras, les gustaba pasarse horas hablando.

"¿Sabés qué, Duvan? A veces siento que estamos en mundos diferentes, pero cuando hablamos, todo se siente tan cercano", decía Mishell, con una sonrisa que brillaba en su rostro.

"Es cierto, Mishell. A veces creo que soñar con vernos es lo que me mantiene motivado en la universidad", respondía Duvan, con un tono cálido en su voz.

Decidieron hacerse promesas. La primera, verse al menos una vez al año; la segunda, enviarse cartas escritas a mano, porque ambos adoraban el romanticismo de esas palabras tangibles que parecían un pedazo del alma.

Poco a poco, la historia de amor se fue llenando de momentos compartidos, como juegos en línea, películas y videollamadas desbordadas de risas. Sin embargo, había un pequeño secreto que Duvan guardaba celosamente. Su abuela tenía una enfermedad que estaba deteriorando su salud y, aunque él deseaba compartirlo con Mishell, no quería preocuparla.

Un día, Mishell decidió tomar la iniciativa y le dijo:

"Duvan, me encantaría que nos viéramos antes de nuestro viaje planeado, pero me siento un poco insegura sobre cómo lo podríamos hacer. Bolivia está lejos y no sé si podrías conseguir el tiempo".

Con eso, a Duvan le dio una idea. Comenzó a planear una sorpresa para ella.

"Mishell, tengo una idea loca. ¿Y si yo voy a Bolivia en secreto?".

La idea emocionó a Mishell y, además, a Duvan le ayudaba a sacar un poco de peso de su corazón. Pero la historia dio un giro inesperado.

Cuando Duvan estaba a punto de comprar el boleto para volar a La Paz, decidió que era hora de contarle a Mishell sobre su abuela. Tal vez el viaje podría ser una oportunidad para reunir a las dos partes de su vida.

"Mishell, hay algo que necesito que sepas. Mi abuela está pasando por un momento difícil y me preocupa mucho. Estoy tratando de hacer todo lo posible para estar ahí para ella", confesó Duvan, sintiendo que cada palabra era un ladrillo en su pecho.

Mishell, conmovida, respondió:

"Duvan, entiendo. Siempre estaré aquí para ti. Eso es lo más importante. Te apoyaré en lo que necesites".

Al día siguiente, llegó un paquete para Mishell. Dentro, había una carta de Duvan con un boleto de avión.

"Mishell, quiero que vengas a Medellín. Necesito que sepas lo importante que sos para mí, y creo que una visita te hará sentir más conectada conmigo".

Mishell estaba emocionada y asombrada al mismo tiempo.

"¿En serio? ¡Tengo que preparar mis cosas!"., exclamó ella, llenándose de felicidad.

Cuando llegó el gran día, Mishell se sintió nerviosa al abordar el avión hacia Medellín. Su corazón latía con una mezcla de emociones. Cuando aterrizó y vio a Duvan esperándola, se olvidó de todo el miedo. Ellos se abrazaron, y en ese momento, todo el mundo desapareció.

"¡Lo lograste! Estás aquí, en Medellín!", decía Duvan, con lágrimas en los ojos de alegría.

Mientras exploraban la ciudad juntos, Mishell sintió que cada momento a su lado era un regalo. Sin embargo, el suspenso no terminó ahí. Su abuela fue hospitalizada esa misma semana y Duvan tuvo que hacer malabares entre estar con Mishell y estar con su familia.

"Duvan, ¿estás bien? Puedo acompañarte al hospital si querés".

"No quiero que te preocupes. Quiero que disfrutes tu tiempo aquí, pero... me gustaría llevarte a conocer a ella si es que se da", contestó Duvan, un poco apenado.

Finalmente, logró llevar a Mishell al hospital. La abuela, aunque débil, sonrió al ver a la chica que tanto lo inspiraba. Mishell, con su dulce voz, le trajo flores y compartió momentos de alegría en esos momentos difíciles.

"¡Gracias por venir! Nadie me había traído flores en tanto tiempo!", dijo la abuela, brindando luz a la habitación.

Mishell y Duvan empezaron un viaje lleno de aventuras juntos, apoyándose en las buenas y malas.

El verano llegó, y con él la promesa de más reencuentros. Mientras ambos volvían a sus ciudades, decidieron que nada podría separar su amor, y que juntos, siempre buscarían un camino de regreso.

"Prometemos nunca dejar de buscar la manera de estar juntos, sin importar la distancia", concluyeron, mientras se miraban a los ojos.

El amor, como un hilo invisible, los unía y los llevaba hacia nuevas aventuras cada día, porque un verdadero amor no reconoce distancias ni límites. Lo mejor estaba por venir, y ellos sabían que, sin importar las vueltas de la vida, su historia estaba llena de magia y de promesas.

FIN.

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