El Viaje de Monain hacia Belén
Había una vez un niño llamado Monain, un niño bondadoso que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde muy pequeño, Monain había sido conocido por su gran corazón y su deseo de ayudar a los demás. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, escuchó a un anciano contar la historia del nacimiento de un niño especial en Belén.
"¡Ese niño es el Salvador!" - exclamó el anciano con una sonrisa.
Monain se sintió inspirado. Sin pensarlo dos veces, decidió que quería ir a Belén para ver al niño. Pero no solo quería llegar, quería hacer el bien en el camino. Así que, se despidió de su familia y partió con una mochila llena de comida y muchas ganas de ayudar.
En su primer día de viaje, llegó a una aldea donde un grupo de niños jugaban en la plaza, pero se veían tristes. Monain se acercó y les preguntó:
"¿Por qué están tan tristes?"
"No tenemos juguetes para jugar" - respondió una niña con ojos grandes.
Monain recordó la bolsa con algunos juguetes que había llevado en su mochila. Sin dudar, les dijo:
"¡Tengan estos!"
Los niños comenzaron a sonreír y a jugar, lo que llenó el corazón de Monain de alegría.
Siguió su camino, ayudando a un anciano que necesitaba llevar agua, compartiendo su comida con un perro callejero y cuidando de una mariposa herida. Así pasó los días, haciendo buenas obras en cada lugar que visitaba. Pero había algo misterioso en su viaje: una sombra oscura que lo seguía. A veces, escuchaba un susurro que decía:
"¿Para qué haces esto? Nadie lo notará..."
Monain, sin embargo, continuaba con su bondad. En el cuarto día, llegó a un pueblo donde se celebraba una fiesta. Al acercarse, vio que una mujer había perdido su cadena de oro, que le había sido regalada por su madre. Monain decidió ayudarla:
"No te preocupes, yo la buscaré" - le dijo, y comenzó su búsqueda.
Después de un rato, encontró la cadena en un arbusto y la llevó a la mujer:
"¡Aquí está!" - le dijo mientras se la entregaba.
La mujer lo miró con sorpresa.
"¡Eres un verdadero héroe! ¿Cómo puedo agradecerte?"
"Solo mires a tu alrededor y ayudes a otros como yo lo hice" - respondió Monain humildemente.
Cada día estaba lleno de aventuras y aprendizaje. Después de ocho días de duro caminar y ayudar, Monain finalmente avistó las luces de Belén. La emoción invadió su corazón.
"He llegado", se dijo a sí mismo, cargando la mochila con un brillo de alegría.
Al entrar en la ciudad, fue recibido por un caluroso ambiente festivo. La gente estaba en la plaza, compartiendo risas y abrazos. Monain se dio cuenta de que cada pequeña acción había tenido su impacto positivo: había hecho nuevos amigos y llenado de felicidad a muchos.
Finalmente, llegó a la cueva donde estaba el niño. Se acercó con una gran emoción y, al ver al pequeño Jesús, sintió una paz indescriptible. Jesús lo miró y sonrió. Monain nunca había visto una sonrisa tan brillante. En ese instante, comprendió que sus acciones bondadosas habían sido el mejor regalo que podría ofrecer, no solo a Jesús, sino a todos los que conoció en su camino.
"Gracias, Monain. Tus buenas obras han iluminado el camino" - pareció decir Jesús con su mirada.
Monain sonrió y entendió que el verdadero valor estaba en ayudar y hacer felices a los demás.
Y así, su viaje no solo fue hacia Belén, sino también hacia el descubrimiento de un corazón lleno de amor y bondad que cambia vidas al dar.
Desde ese día, Monain continuó compartiendo su bondad, recordando que cada pequeño gesto cuenta y que hacer el bien siempre es el mejor regalo.
Y así, su historia se esparció por todos lados, inspirando a muchos a seguir sus pasos, porque cuando se hace el bien, uno nunca está solo, siempre hay amor y alegría que compartir.
FIN.