El viaje de Nicanor y Gertrudis
Nicanor era un pececito muy curioso y valiente que siempre estaba buscando aventuras en el estanque donde vivía. Le encantaba nadar entre las plantas acuáticas y jugar con sus amigos, los peces del estanque.
Una mañana soleada, mientras Nicanor exploraba las piedras del estanque, vio llegar a un elefante enorme. El elefante se acercó al borde del estanque y comenzó a beber agua con su larga trompa.
Nicanor nunca había visto un animal tan grande y quedó maravillado por su tamaño. El elefante, sin darse cuenta de la presencia de Nicanor, tomó agua con tanta fuerza que creó un remolino en el estanque.
El pequeño pez fue absorbido por el remolino y antes de que pudiera reaccionar, salió disparado por la trompa del elefante. Nicanor voló por los aires y cayó en la hierba alta al lado del estanque. Estaba asustado pero ileso.
Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba lejos de casa y no sabía cómo regresar al estanque. Justo en ese momento, escuchó una voz amable que decía: "¿Estás bien, amiguito?". Era una jirafa llamada Gertrudis que pasaba por allí y había visto toda la escena.
Nicanor le contó lo sucedido y Gertrudis se ofreció a ayudarlo a encontrar el camino de regreso al estanque. "¡Gracias, Gertrudis! Eres muy amable", dijo Nicanor mientras seguían caminando por la sabana africana.
Durante el camino, Gertrudis le enseñó a Nicanor muchas cosas sobre la naturaleza y los animales que habitaban en la sabana. Le mostró cómo orientarse usando las estrellas cuando caía la noche y compartió con él historias fascinantes sobre sus viajes por África.
Finalmente, después de una larga travesía llena de aprendizajes e increíbles experiencias, llegaron al estanque donde vivía Nicanor. Sus amigos peces lo recibieron con alegría y sorpresa al verlo acompañado de una jirafa tan majestuosa como Gertrudis.
Desde ese día, Nicanor valoró aún más la importancia de ser valiente pero también prudente en sus aventuras.
Aprendió que siempre es bueno contar con amigos dispuestos a ayudarnos cuando nos encontramos en apuros y descubrió que cada encuentro inesperado puede convertirse en una oportunidad para aprender algo nuevo.
Y así, entre risas y relatos emocionantes junto a sus amigos del estanque, el pececito Nicanor comprendió que las mejores aventuras son aquellas que nos enseñan algo importante sobre nosotros mismos o el mundo que nos rodea.
FIN.