El viaje de Nicolás


Había una vez un niño llamado Nicolás, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques.

Siempre había sentido una gran curiosidad por la naturaleza y los animales, así que un día decidió aventurarse en la selva para descubrir todo lo que había allí. Con su mochila llena de provisiones y una gran dosis de valentía, Nicolás se adentró en el espeso follaje de la selva.

A medida que caminaba, escuchaba los sonidos de los pájaros cantando y el murmullo del río cercano. Estaba emocionado por lo que encontraría. De repente, Nicolás se topó con un pequeño mono juguetón llamado Simón. El mono saltaba entre las ramas sin parar y parecía muy feliz.

Nicolás se acercó con cautela y le habló:- ¡Hola Simón! Soy Nicolás. ¿Puedo jugar contigo? El mono miró a Nicolás con sus ojos brillantes y asintió emocionado.

Los dos comenzaron a trepar árboles juntos, riendo y divirtiéndose como nunca antes habían hecho. Después de un rato, mientras seguían explorando la selva, Nicolás encontró a una familia de elefantes bañándose en un río cercano. Se acercó lentamente para no asustarlos y les preguntó:- ¡Hola elefantes! Soy Nicolás.

¿Puedo unirme a ustedes? Los elefantes levantaron sus trompas en señal de saludo y permitieron que Nicolás se sumergiera en el agua con ellos. Nicolás se sintió abrumado por la amabilidad de estos animales tan grandes y gentiles.

Mientras continuaba su aventura, Nicolás se encontró con una leona llamada Leila, que estaba cuidando a sus cachorros en una cueva. La leona gruñó al principio, pero cuando vio que Nicolás no era una amenaza, permitió que se acercara.

- ¡Hola Leila! Soy Nicolás. ¿Puedo conocer a tus hermosos cachorros? Leila asintió y Nicolás pasó un tiempo maravilloso jugando con los pequeños leones. Aprendió sobre el amor maternal y cómo proteger y cuidar a los más pequeños.

A medida que pasaban los días, Nicolás seguía explorando la selva y haciendo nuevos amigos entre los animales.

Se hizo amigo de un colibrí llamado Martín, quien le mostró la belleza de las flores; de una tortuga llamada Lola, quien le enseñó sobre la paciencia; e incluso tuvo la oportunidad de nadar junto a un delfín en el río.

Después de varias semanas viviendo en la selva como uno más entre todos esos seres maravillosos, Nicolás decidió regresar a casa para compartir su experiencia con su familia y amigos.

Les habló sobre todo lo que había aprendido: el amor incondicional de los animales hacia sus crías, su respeto mutuo por el entorno natural y cómo cada uno tenía un papel importante en ese ecosistema único. Desde aquel día, Nicolás siempre recordaría su aventura en la selva como una experiencia transformadora. Siempre valoraría y respetaría a todos los seres vivos que compartían el planeta con él.

Y, cada vez que sentía la necesidad de recordar el amor y la bondad en el mundo, solo tenía que cerrar los ojos y pensar en sus amigos animales de la selva.

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