El Viaje de Nicolás
Había una vez en un tranquilo barrio de Buenos Aires un chico llamado Nicolás. Nicolás era muy flaco, tanto que sus amigos lo apodaban —"Palito" . Aunque le gustaba jugar al fútbol, siempre se sentía en desventaja frente a sus compañeros más fuertes.
Un día, mientras jugaban en el parque, Nicolás se lanzó a correr tras la pelota, pero una caída lo dejó un poco adolorido. Sus amigos se acercaron.
"¿Estás bien, Nicolás?" - preguntó Martín, su mejor amigo.
"Sí, solo me duele un poco. Pero me gustaría ser más fuerte para poder jugar mejor" - respondió Nicolás con un suspiro.
Al día siguiente, Nicolás decidió que quería cambiar. Fue a la biblioteca del barrio y buscó libros sobre deportes y mantenerse en forma. En uno de ellos encontró un capítulo sobre el ejercicio y la alimentación.
"¡Eso es!" - exclamó. "Puedo hacer un plan para ponerme más fuerte."
Nicolás habló con su mamá.
"Mamá, quiero empezar a hacer ejercicio y comer más saludable. ¿Podemos ir al mercado a comprar frutas y verduras?" - le pidió.
"Me parece una excelente idea, Nicolás. ¡Te acompaño!" - contestó su mamá.
Una vez en el mercado, Nicolás se llenó de entusiasmo. Comenzó a elegir naranjas, manzanas y zanahorias.
"¡Esto me dará energía para correr más!" - dijo mientras ponía los productos en su carrito.
Presionado por su decisión, Nicolás comenzó a levantarse temprano por las mañanas para hacer ejercicios. Hizo carreras, saltos y flexiones. Al principio fue difícil, y a veces se sentía cansado.
"¿Por qué es tan duro?" - se quejaba.
Pero su vecino, un anciano llamado Don Carlos, lo animaba.
"Nicolás, los mejores resultados llegan después de tiempo y esfuerzo. ¡No dejes que la fatiga te detenga!" - le aconsejó.
Con el paso de los meses, Nicolás se sintió más fuerte y seguro de sí mismo. Empezó a ganar peso y músculo. Un día, en el parque, se cruzó nuevamente con sus amigos.
"Mirá quién viene, el Palito" - bromeó uno de los chicos.
"Espera y verás" - respondió Nicolás con una sonrisa desafiante.
Todos fueron al campo de fútbol, y al correr hacia la pelota, Nicolás se sintió diferente. Se movía con agilidad y seguridad. La pelota llegó a él, y con un buen movimiento, ¡gol! La pelota entró al arco como un rayo.
"¡Golazo, Nicolás!" - gritaron sus amigos, sorprendidos.
Desde aquel día, Nicolás se ganó el respeto. Pero no solo por su nueva fuerza, sino porque había aprendido que lo más importante no era solo el resultado, sino el esfuerzo, la dedicación y el compromiso que había puesto en su transformación.
Pasaron los años, y Nicolás se convirtió en un destacado jugador de fútbol. Siempre recordaba sus comienzos, y nunca dejó de decirles a los demás:
"Cualquiera puede cambiar si se lo propone y trabaja por ello. ¡Nunca se rindan!"
Y así, Nicolás no solo se volvió mamado, sino que también se convirtió en un ejemplo para todos los que soñaban con ser mejores.
La lección que nos dejó a todos fue que con esfuerzo y dedicación, los sueños pueden hacerse realidad y que nunca es tarde para empezar a cuidar de uno mismo.
FIN.