El Viaje de Nube y Estrella



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos brillantes, dos amigas inseparables: Nube y Estrella. Nube era una pequeña nube juguetona que siempre cambiaba de forma y color, mientras que Estrella era una luciérnaga curiosa, siempre iluminando la oscuridad de la noche.

Un día, mientras charlaban en un prado lleno de flores, Nube le dijo a Estrella:

- ¡Tengo ganas de explorar el mundo más allá de lo que conocemos!

Estrella, emocionada, respondió:

- ¡Yo también! ¿Pero cómo lo haremos?

Nube pensó por un momento y exclamó:

- ¡Podemos volar juntas!

Y así, al amanecer, las dos amigas comenzaron su aventura. Volaron sobre valles verdes y montañas nevadas, disfrutando de la vista del mundo desde lo alto. A medida que avanzaban, conocieron a muchos personajes interesantes.

Primero, encontraron a un pájaro sabio llamado Abuelo Loro, que les dio un consejo.

- Si quieren ver cosas maravillosas, deben aprender a escuchar el viento.

Las amigas se miraron y decidieron seguir el consejo de Abuelo Loro. Comenzaron a prestar atención a los suaves susurros del viento, que les hablaba de lugares mágicos.

Un día, mientras volaban, escucharon el viento murmurar sobre un jardín secreto.

- Vamos a buscarlo, Nube. ¡Quiero ver ese jardín!

- Sí, Estrella, ¡puede ser maravilloso!

Después de un largo trayecto, finalmente llegaron al jardín secreto. Era un lugar hermoso, lleno de flores de todos los colores y un río que brillaba como el cristal. Sin embargo, notaron que el jardín estaba triste y apagado, las flores estaban marchitas y el río había perdido su brillo.

Nube dijo con preocupación:

- Algo no está bien aquí.

- ¡Vamos a investigar! – sugirió Estrella.

Mientras exploraban, encontraron a un pequeño duende llamado Chispita, que estaba llorando.

- ¿Por qué lloras? – preguntó Estrella.

- Este jardín solía ser el más hermoso del mundo, pero las flores se han marchitado porque nadie las cuida.

- ¿Y por qué no las cuidas tú? – preguntó Nube.

- Porque estoy muy triste. Sin magia, no puedo hacer que florezcan.

Nube y Estrella se miraron y pensaron que tal vez podían ayudarle.

- ¿Y si nosotros traemos un poco de alegría al jardín? – dijo Estrella.

- Sí, ¡encontremos la forma de recuperar la magia! – añadió Nube.

Las dos amigas comenzaron a hacer reír a Chispita con sus travesuras. Hicieron que Nube se transformara en un perro, luego en un pato, y Estrella iluminó el cielo con luces de colores. Chispita comenzó a reírse y, poco a poco, el jardín empezó a cobrar vida nuevamente.

- ¡Lo están logrando! – exclamó Chispita.

Con cada risa, las flores comenzaron a abrirse, y el río recuperó su brillo. Nube y Estrella se sintieron felices al ver cómo el jardín se transformaba.

- ¡Esto es mágico! – dijo Estrella.

- Sí, la alegría tiene un poder increíble – agregó Nube.

De repente, el viento susurró nuevamente, esta vez pidiéndoles ayuda.

- Amigos, el campo del otro lado de las montañas también necesita alegría.

- ¿Viajar de nuevo? – preguntó Estrella.

- ¡Sí, vamos a llevarles risas! – respondió Nube.

Juntas, las amigas volaron hasta el siguiente lugar, donde encontraron un campo triste y desolado.

- ¿Cómo podemos hacerlos sonreír? – preguntó Nube.

- ¡Podemos organizarlos en un juego! – propuso Estrella.

- ¡Eso es! – gritó Nube.

Así, comenzaron a hacer rimas y juegos, y los habitantes del campo, que eran aves y pequeños mamíferos, empezaron a unirse a la diversión. Poco a poco, la risa llenó el campo.

Después de mucho trabajar, Nube y Estrella llevaron alegría a muchos lugares, aprendiendo que la felicidad puede compartirse y que, juntos, son más fuertes. Un día, después de un largo viaje, decidieron regresar a casa.

- No puedo creer cuánto hemos logrado – dijo Estrella.

- Y todo gracias a nuestro deseo de explorar y ayudar – sonrió Nube.

Al llegar a su prado, se dieron cuenta de que habían cambiado. Ahora eran un poco más grandes, pero sobre todo, mucho más sabias. En el cielo, las estrellas brillaban más que nunca, y Nube parecía más blanca y voluminosa.

- Siempre que queramos, podemos hacer una diferencia y llevar alegría a otros – afirmó Nube.

- Sí, ¡y nuestra amistad es la mayor magia de todas! – concluyó Estrella.

Desde ese día, Nube y Estrella siguieron explorando el mundo, ayudando a donde querían, y siempre recordando que la verdadera felicidad se encuentra en dar y compartir momentos juntos.

FIN.

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