El Viaje de Omar y Daliz



Había una vez, en la colorida isla de Puerto Rico, dos pequeños que vivían en lugares distintos. Omar, un niño curioso y aventurero, vivía en Lares, conocido por sus hermosos paisajes y su clima fresco. Daliz, una niña alegre y llena de vida, residía en Toa Alta, donde el sol brillaba intensamente y la naturaleza cantaba con fuerza.

Un día, Omar decidió salir a explorar los alrededores de su hogar. Mientras recorría un sendero, se encontró con un mágico río que brillaba bajo el sol. Envuelto en su curiosidad, se acercó y escuchó una melodía hermosa que provenía del otro extremo. Sin pensarlo, se aventuró a cruzar el agua y, al otro lado, se encontró con Daliz, quien estaba dibujando flores en la tierra.

"¡Hola! Soy Omar, ¿qué haces aquí tan sola?" - preguntó, maravilla en sus ojos.

"¡Hola, Omar! Soy Daliz. Estoy dibujando flores porque es mi pasatiempo favorito. Me encanta la naturaleza, ¿y a vos?" -respondió ella sonriendo.

Al instante, los dos niños se hicieron amigos. Pasaron el día riendo, jugando y compartiendo historias sobre sus pueblos. Sin embargo, pronto llegó el momento de regresar a casa. Omar sintió que algo especial había surgido entre ellos.

"¿Te gustaría que volviéramos a vernos?" - le preguntó Omar con una ligera timidez.

"¡Claro! Podemos hacer un club de exploradores y juntarnos todos los sábados. ¡Sería divertido!" -exclamó Daliz con entusiasmo.

Así, cada sábado, Omar y Daliz se reunían en el mismo lugar. Juntos exploraron los bosques, recolectaron frutos y descubrieron secretos de la naturaleza. Pero un día, mientras jugaban, ocurrió un giro inesperado.

"Omar, tengo que decirte algo..." -dijo Daliz con la voz temblorosa.

"¿Qué pasa, Daliz?" -preguntó él, sintiendo que algo no estaba bien.

"Mi familia se mudará a otro lugar, y no sé cuándo podré volver a vernos. Estoy muy triste..." -confesó ella mientras una lágrima corría por su mejilla.

Omar, aunque también estaba triste, recordó todas las aventuras que habían vivido juntos.

"No dejemos que la distancia termine nuestra amistad. Prometamos seguir explorando juntos, aunque sea a través de cartas y dibujos. ¡Podemos contar nuestras aventuras cada semana!" -propuso él.

"Eso suena bien, Omar. Te prometo dibujar una flor cada semana y enviártela. Y tú también me harás llegar tus historias, ¿verdad?" -dijo Daliz, sonriendo nuevamente.

Acordaron que cada sábado, aunque separados, se escribirían. Desde entonces, cada uno envió dibujos y relatos sobre sus nuevas aventuras. Omar le contaba sobre un árbol que se asemejaba a un gigante y Daliz dibujaba paisajes llenos de colores vibrantes.

Con el tiempo, se dieron cuenta de que su amistad había crecido aún más a pesar de la distancia. Un día, un anuncio en el pueblo de Omar dejó a todos emocionados: habría un festival en Lares y Daliz decidió visitar.

"¡Omar, estoy aquí!" -gritó Daliz al llegar al festival.

"Daliz, ¡qué sorpresa! He esperado este momento. ¡Mirá todas las cosas divertidas que hay!" -respondió Omar, lleno de alegría.

Finalmente, se encontraron y celebraron su amistad con risas y juegos.

"Me alegra muchísimo que hayas venido. Nunca dejemos de ser amigos, Daliz, sin importar la distancia" -dijo Omar.

"¡Nunca olvidaré nuestras aventuras! Y siempre serás mi mejor amigo" -aseguró Daliz.

Así, Omar y Daliz aprendieron que la verdadera amistad no conoce fronteras y que el amor que compartían podía superar la distancia. Desde entonces, siempre se apoyaron mutuamente, demostrando que los lazos formados en la infancia pueden perdurar por siempre.

FIN.

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