El viaje de Ona y Fuet
Era un día soleado en la montaña cuando Ona se fue a explorar. Con su mochila a cuestas y una sonrisa en el rostro, caminaba entre los árboles cuando, de repente, escuchó un ladrido débil. Curiosa, siguió el sonido y encontró a un pequeño perro marrón, temblando detrás de unos arbustos.
- ¡Hola, perrito! - dijo Ona, acercándose con cuidado. - ¿Estás perdido?
El perro la miró con ojos grandes y tristes. Ona sintió que su corazón se llenaba de ternura.
- Ven aquí, no te va a pasar nada. - lo animó, extendiendo su mano. El perrito, confiando en la niña, salió del escondite y se acercó a ella.
Ona decidió que no podía dejarlo solo en la montaña. Así que, con el perrito en brazos, fue corriendo a casa. Al llegar, su mamá estaba en la cocina.
- ¡Mamá! ¡Mira lo que encontré! - exclamó, mostrando el perrito.
- ¡Ay, Ona! - dijo mamá, sorprendida. - Es un perrito muy lindo. Pero primero tenemos que asegurarnos de que no tiene dueño. -
Entonces, mamá y Ona llevaron al perrito al veterinario. Allí, el doctor les hizo algunas preguntas y revisó al perrito. Después de un rato, les dio la noticia.
- Este perrito no tiene chip. Eso significa que no tiene dueño conocido. -
Ona miró a su mamá con ojos brillantes. - ¿Podemos quedárnoslo? ¡Por favor! -
Mamás sonrió y se agachó para acariciar al perrito. - Creo que sí, Ona. Podemos quedárnoslo. -
Desde ese día, el nuevo miembro de la familia se llamaría Fuet.
- ¡Fuet! ¡Ese es un nombre perfecto! - gritó Ona, llena de felicidad. Fuet, por su parte, movía la cola con alegría, como si supiera que había encontrado un hogar.
Los días pasaron y Fuet se convirtió en el mejor amigo de Ona. Juntos jugaban en el parque, corrían por la playa y descubrieron todos los rincones del barrio. Pero un día, mientras paseaban, se encontraron con un cartel que decía: "Se busca perro perdido, marrón, responde al nombre de Canelo".
Ona leyó el cartel y su corazón se llenó de dudas. - Mamá, ¿y si Fuet es Canelo? -
Mamá la miró con comprensión. - Es posible, Ona. Pero tenemos que averiguarlo. Vamos a hablar con la dueña. -
Así que las dos decidieron ir a la dirección del cartel. Cuando llegaron, una mujer con ojos tristes les abrió la puerta.
- Hola, soy Ona, y este es Fuet. -
La mujer sonrió al ver a Fuet. - ¡Canelo! - gritó, emocionada. - ¡Lo encontré!
Ona sintió cómo su corazón se partía en dos.
- Pero... Mamá, ¿qué vamos a hacer? - preguntó, con lágrimas en los ojos.
- Siempre es bueno ayudar a los demás, Ona. Canelo es el perro de esta señora. -
La mujer se agachó y abrazó a Canelo. - No sabes cuánto lo extrañé. -
Ona miró a Fuet, que parecía confundido, y tomó una decisión. - Si Canelo tiene un hogar, quiero que regrese con su dueña. Yo quiero que Fuet se quede conmigo. -
La señora se dio cuenta de la generosidad de la niña. - ¿Te gustaría ver a Canelo de vez en cuando? -
Ona sonrió y asintió. - Sí, eso estaría bien. -
Después de que Canelo volvió con su dueña, Ona y su mamá se despidieron de ellos y regresaron a casa. Aunque Ona se sentía un poco triste, sabía que había hecho lo correcto.
Fuet, sintiendo el cariño de Ona, se acercó para darle un pequeño lametón.
- No te preocupes, Fuet. Siempre seremos los mejores amigos. - dijo Ona, acariciándolo.
Así, la vida de Ona y Fuet continuó llena de aventuras. Aprendieron que a veces, hacer lo correcto puede doler, pero también trae mucho amor y felicidad. Juntos, descubrieron que la amistad no tiene límites y que siempre se puede encontrar un nuevo camino lleno de sorpresas agradables.
Y así, cada vez que Ona y Fuet paseaban por el barrio, siempre sonreían al recordar a Canelo y a su generosa decisión.
Fin.
FIN.