El viaje de Patatita
Había una vez una deliciosa tortilla de patatas llamada Patatita, que vivía en el pueblo de Sabrosolandia. Patatita era muy querida por todos los habitantes del pueblo, ya que su sabor y textura eran únicos.
Pero a pesar de ser amada por todos, Patatita se sentía un poco triste. Le faltaba algo en su vida y no sabía qué era. Un día de verano, mientras las vacaciones se acercaban, decidió emprender un viaje para descubrirlo.
Patatita partió hacia la playa más cercana, donde el sol brillaba con fuerza y las olas danzaban en el mar azul cristalino. Al llegar a la orilla, encontró a Coco, un simpático cangrejo que se había perdido.
"¡Hola! ¿Estás buscando algo?", preguntó Coco curioso. "Sí", respondió Patatita con melancolía en su voz. "Estoy buscando algo que llene mi corazón". Coco sonrió y le dijo: "Ven conmigo al fondo del mar. Allí encontrarás respuestas".
Sin dudarlo, Patatita siguió a Coco debajo de las olas. Descubrió un mundo submarino lleno de coloridos peces y corales brillantes. Era como estar dentro de un sueño mágico.
En ese momento apareció Mora, una hermosa sirena con largos cabellos morados y una voz encantadora. "Bienvenida a nuestro hogar", dijo Mora amablemente. "Si buscas respuestas, debes encontrar la Piedra Brillante". Patatita se emocionó al escuchar esto y decidió buscar la misteriosa Piedra Brillante.
Junto a Coco y Mora, comenzaron su aventura por el océano. Recorrieron cuevas submarinas, se encontraron con una simpática tortuga llamada Tito y hasta nadaron junto a delfines juguetones. Pero aunque lo pasaban en grande, Patatita seguía sintiéndose vacía.
Un día, mientras nadaban cerca de un arrecife de coral, Coco notó algo brillante entre las rocas. Era la tan anhelada Piedra Brillante. "¡Lo encontramos!", exclamó emocionado Coco. Patatita tomó la piedra en sus manos y algo increíble sucedió.
De pronto, todo el mar se llenó de luces brillantes y melodías suaves. Una sensación de alegría invadió su corazón. "La Piedra Brillante no solo trae luz al mundo", explicó Mora, "también ilumina nuestros corazones".
Patatita entendió entonces que lo que buscaba era esa luz interior que le faltaba. La felicidad no estaba fuera de ella, sino dentro. Con su nuevo brillo interno, Patatita regresó a Sabrosolandia convertida en un símbolo de alegría y amor. Todos quedaron sorprendidos al verla radiante y feliz.
Desde ese día, Patatita compartió con todos los secretos del mar: los colores vibrantes, las melodías mágicas y sobre todo la importancia de encontrar la felicidad en uno mismo.
Y así fue como nuestra querida tortilla de patatas aprendió que no importa cuánto viajemos o busquemos afuera; siempre encontraremos la verdadera felicidad si miramos en nuestro interior. Y colorín colorado, esta historia llena de aprendizajes ha terminado.
FIN.