El Viaje de Patricio al Cole



Patricio era un niño de ocho años que, cada mañana, se moría de ganas de quedárselo en casa. No le gustaba el colegio. La idea de sentarse en un pupitre a hacer cuentas y escuchar a la maestra explicando cosas que a él le parecían aburridísimas lo desmotivaba.

Una mañana soleada, mientras desayunaba, le comentó a su mamá:

"Mamá, no quiero ir al cole, quiero quedarme jugando".

"Pero Patricio, el colegio es muy importante. Ahí aprendés cosas que te servirán cuando seas grande".

"No me importa, prefiero jugar al fútbol en la plaza".

Su madre, tratando de hacerle entender la importancia del conocimiento, decidió contarle una historia sobre un famoso aventurero.

"¿Sabías que Marco Polo, el gran explorador, también tuvo que ir a la escuela? Sin su educación, no habría podido viajar y conocer lugares tan fantásticos como China".

Patricio soltó un suspiro, pero aun así, no estaba convencido.

Esa mañana, al llegar al colegio, vio a sus amigos jugar en el patio y recordó lo divertido que era compartir con ellos. “Quizá no sea tan malo”, pensó. Pero al entrar al aula, se sintió otra vez desanimado.

La maestra, la señora Beatriz, empezó a hablar sobre las estaciones del año.

"Hoy vamos a aprender sobre cómo cambian las hojas en otoño".

Patricio, con la cabeza apoyada en la mano, no prestaba atención.

La señora Beatriz se dio cuenta de su actitud y se acercó.

"Patricio, ¿te gustaría ayudarme a hacer un mural sobre el otoño?".

Sus ojos se iluminaron.

"¿Un mural? Eso suena divertido, pero... ¿qué clase de hojas usaremos?".

La maestra sonrió.

"Podemos hacer unas hojas con papel de colores y luego dibujar cosas que nos gustan del otoño".

Patricio se quedó pensando y, por primera vez en mucho tiempo, se sintió intrigado. Empezó a mirar los materiales y en poco tiempo estaba colaborando con entusiasmo.

El proyecto del mural se transformó en un evento escolar donde todos los alumnos podían presentar sus ideas sobre las estaciones.

"Mirá, Patricio, ¡qué hermoso está quedando!" le dijo Luca, su mejor amigo.

"Sí, es divertido colaborar. Nunca pensé que aprender podría ser así".

A medida que avanzaban en el mural, Patricio se dio cuenta de que su opinión sobre el colegio estaba cambiando. Las clases no eran solo un lugar de aburrimiento, sino un espacio para crear y aprender en equipo.

Un día, la señora Beatriz anunció que tendrían un concurso de ciencia.

"¡Patricio, tenemos que participar!" le dijo su amiga Sofía, emocionada.

Patricio se sintió nervioso.

"¿Pero y si no entiendo nada?".

"¡No te preocupes! Podemos hacerlo juntos. Aprendemos unos de otros y eso es lo que importa".

Convencido por el entusiasmo de Sofía, Patricio decidió participar. Trabajaron tanto que, al final, ganaron el primer premio.

Cuando el jurado anunciaba los ganadores, Patricio no podía creerlo.

"¡No puedo creer que hayamos ganado!" gritó, abrazando a su amiga.

"¡Lo hicimos juntos, Patricio! ¡Aprender puede ser muy divertido!".

Así fue como Patricio transformó su idea sobre el colegio. Cada día, descubría algo nuevo y emocionante en su aula. Aprendió que sus amigos hacían que el ir a clases fuera más ameno, y que el aprendizaje no solo era sobre libros, sino sobre experiencias compartidas. La última semana de clases, la señora Beatriz puso un nuevo cartel en la pared del aula que decía: "El aprendizaje puede ser una aventura".

Patricio sonrió y pensó: "Quizá no me guste el colegio al mismo nivel que jugar al fútbol, pero ahora sé que es un lugar donde puedo explorar, crear y divertirme".

Y así, con cada día que pasaba, las mañanas se llenaron de otro tipo de emoción, una que Patricio nunca había imaginado antes.

Y claro, *también seguía jugando al fútbol con sus amigos después de clases*.

FIN.

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