El Viaje de Pedro y Pollo a Lima
En un pequeño pueblito en las afueras de Lima, vivía un querido profesor llamado Pedro Castillo. Era un hombre lleno de sueños y esperanzas, y lo que más amaba en el mundo era enseñar a los chicos del pueblo. Pero a pesar de su dedicación, Pedro se dio cuenta que no podía brindarles todos los recursos que deseaba. "Necesito un cambio", pensó un día.
Su única compañía en el día a día era su leal mascota, un gallito llamado Pollo. Siempre estaba a su lado, picoteando y haciendo pequeños saltitos por el patio de la escuela. Un día, mientras los chicos jugaban en el recreo, Pedro se sentó y le dijo a Pollo:
"- Pollo, creo que es hora de que busquemos un lugar donde podamos llevar nuestra enseñanza a otro nivel. Quizás en Lima podamos encontrar nuevas oportunidades."
El gallito lo miró con sus grandes ojos brillantes, como si comprendiera completamente la situación. Con un renovado sentido de aventura, decidieron emprender el viaje a la ciudad. Prepararon una mochila con libros, materiales de enseñanza y algunas galletas para el camino.
Ya en la ruta hacia Lima, Pedro y Pollo se encontraron con un hermoso paisaje lleno de flores y montañas. Sin embargo, también había retos que enfrentar. Mientras caminaban, decidió que debían hacer paradas en diferentes pueblos para conocer nuevos amigos y aprender de sus experiencias. En uno de estos paraderos, Pedro se encontró con una niña llamada Laura, que había dejado la escuela porque no tenía un transporte seguro para ir.
"- Pedro, yo quiero aprender, pero mis padres trabajan todo el día y no puedo ir sola."
"- Es triste escuchar eso, Laura. Pero creo que podemos encontrar una solución. ¿Qué te parece si mañana llevamos a los chicos a la escuela en una bicicleta? ¡Haremos una caravana!" - sugirió Pedro entusiasmado.
Laura sonrió y se unió a la pequeña aventura. Juntos organizaron una caravana de bicicletas por el pueblo, llevando a todos los niños a la escuela. Fue un éxito. El entusiasmo contagió a todos, y Pedro se dio cuenta de que aún había esperanza en lugares pequeños, incluso en su pueblito familiar. Se despidieron de sus nuevos amigos y continuaron su viaje.
Finalmente, después de varios días de aventura, llegaron a Lima. Al principio se sintieron pequeños en medio de la grandiosidad de la ciudad, pero eso no detuvo las ganas de Pedro de hacer la diferencia. Se acercaron a una gran escuela y preguntaron si podían ayudar como voluntarios. Allí conocieron a un director amable que, al oír la historia de Pedro y Pollo, decidió darles una oportunidad.
"- Puedo ver que tienen un gran corazón. Vamos a abrir una nueva clase, y quiero que ustedes dos sean los primeros en enseñarla."
Pasaron semanas con los niños de Lima compartiendo la sabiduría del profesor y la alegría del gallito, que siempre hacía reír a todos con sus travesuras. Pedro se dio cuenta de que Lima no solo ofrecía oportunidades, sino también una comunidad diversa y vibrante.
Un día, mientras todos jugaban en el patio de la escuela, Pedro se dio cuenta de que su misión había cambiado. No solo quería enseñar, sino también aprender de cada niño que conocía, cada una de sus historias. Pensó en Laura y todos los chicos de su pueblito.
"- Pollo, hemos cosechado amigos, aventuras y lecciones valiosas. No importa dónde estés, siempre hay un lugar para aprender y crecer. La enseñanza no solo está en los libros, sino en el corazón de cada niño y cada sonrisa."
Y así, Pedro y su fiel Pollo encontraron su lugar en la ciudad. No solo se convirtieron en grandes educadores, sino también en ejemplos de perseverancia y amor por la enseñanza. Su historia inspiró a otros para seguir sus pasos. Desde ese día, Pedro decidió que cada año llevarían a cabo una excursión al pueblito de donde venían, para volver a ayudar a los chicos que aún necesitaban un impulso.
Al final del día, Pedro siempre miraba a Pollo y decía:
"- Gracias, amigo, por ser mi compañero en esta maravillosa aventura. ¡A seguir enseñando y aprendiendo juntos!"
FIN.