El Viaje de Promo que Unió a las Amigas
Había una vez un grupo de cinco amigas en un colegio muy especial. Lucía, Cristina, Carla, Milagros y Roxana eran inseparables y estaban a punto de vivir el viaje de egresados que tanto habían esperado.
"No puedo creer que ya se nos haya pasado el tiempo tan rápido y que estemos por terminar la escuela", decía Lucía mientras acomodaban sus cosas en el aula.
"¡Sí! Y ni hablar de lo emocionantes que serán nuestras aventuras en el viaje de promo", respondió Carla, con una sonrisa de oreja a oreja.
"Pero no olvidemos que lo más importante es disfrutar y valorar nuestra amistad", añadió Milagros.
"Totalmente de acuerdo, tenemos que mantenernos unidas a lo largo de todo el viaje", dijo Roxana, enérgicamente.
Cuando llegó el día del viaje, hubo una gran alegoría de despedida en la escuela. Todos los compañeros se abrazaron con ternura, y la emoción se sentía en el aire. Se subieron al colectivo que los llevaría al destino soñado, un lindo lugar en la playa.
A medida que avanzaban en el viaje, las cinco amigas discutían sobre las actividades que harían juntos. Cada una tenía ideas diferentes.
"Yo quiero hacer surf", exclamó Cristina.
"Y yo prefiero hacer una fogata en la playa por la noche", dijo Carla.
"Podemos hacer ambas cosas, ¡y más!", sugirió Milagros.
"No se olviden de lo de siempre: debemos cuidarnos las unas a las otras", recordó Lucía.
Cuando llegaron a la playa, se instalaron en sus cabañas y todo parecía ideal. Sin embargo, una tarde decidieron explorar las pequeñas tiendas del pueblo. Entraron a una tienda llena de colores y artesanías. Allí conocieron a un anciano que vendía recuerdos.
"¿Y ustedes de dónde son, jovencitas?", preguntó el anciano.
"¡De Buenos Aires! Venimos de viaje de promoción", respondió Roxana, entusiasmada.
"Eso está genial. Recuerden que lo que vale en la vida no son las cosas materiales, sino las experiencias compartidas y el amor entre amigos", les dijo el anciano con una mirada sabia.
Las chicas pasaron un buen rato en la tienda, pero cuando salieron, Milagros notó que no tenían sus teléfonos.
"Chicas, están en la tienda, hay que volver!", gritó.
"¡No puede ser! ¿Cómo nos pudimos olvidar de eso?", se lamentó Carla.
"¡Rápido, tenemos que ir!", dijo Lucía.
Regresaron corriendo a la tienda, pero, para su sorpresa, encontraron al anciano hablando con otros turistas.
"Disculpa, señor, ¿hemos dejado nuestros teléfonos aquí?", preguntó Cristina.
"No, pero los he guardado en ese estante de ahí. Están seguros", respondió el anciano.
Aliviadas, las chicas se acercaron al estante, solo para ver que los teléfonos no estaban allí.
"¿Dónde están entonces?", se angustió Roxana.
"A veces, las cosas requieren un poco de paciencia, jovencitas. Las personas tienen la opción de ser honestas o no", les dijo el anciano antes de que se fueron.
"Chicas, no podemos perder la calma, tenemos que buscar por el pueblo", sugirió Lucía.
Decidieron separar sus grupos y buscar. Mientras buscaban, se fueron encontrando con compañeros de viaje y comenzaron a compartir sus experiencias. Esto les ayudó a distraerse y a mantener la esperanza de que encontrarían sus teléfonos. Después de varias horas caminando y charlando, se reunieron en el muelle al caer la tarde.
"Chicas, encontré a alguien que dijo que vio a una chica con un teléfono parecido al mío", dijo Milagros.
"¿Lo podemos ir a buscar?", preguntó Carla.
"¡Claro! Vamos", respondieron todas al unísono.
Mientras seguían la pista, el grupo se dio cuenta de que no solo estaban buscando sus teléfonos, sino también creando recuerdos únicos juntas. En el camino, se detuvieron a comprar helados y a jugar en la playa. Finalmente, encontraron a la chica que tenían en mente. Ella les sonrió y les devolvió los teléfonos.
"Gracias por ser honesta. Aprendimos que lo permanente no son los materiales, sino las amistades", les dijo Cristina. Con una sonrisa de oreja a oreja, se dieron cuenta de que el viaje había sido un éxito rotundo. No solo recuperaron sus teléfonos, sino que reforzaron su unión a través de la aventura.
Cuando regresaron a casa, las cinco amigas continuaron compartiendo momentos mágicos que recordarán para siempre.
"No importa dónde vayamos, lo importante es el tiempo que pasamos juntas", remató Milagros.
"Así es. ¡Hasta el próximo viaje!", exclamó Carla, alzando su helado.
Y así, sus corazones se llenaron de gratitud y amor, aprendiendo que a veces las cosas materiales se pueden olvidar, pero lo que siempre quedará son los momentos vividos con aquellos que amamos. Fin.
FIN.