El viaje de Ramita
Había una vez una pequeña rama llamada Ramita que vivía en un hermoso bosque.
Un día, mientras jugaba con sus amigos viento y sol, Ramita se dio cuenta de algo muy especial: no quería ser solo una rama del bosque, ¡quería ser una niña! Llena de emoción por esta idea, Ramita decidió emprender un viaje para convertirse en lo que siempre había soñado. En su camino, se encontró con un conejo curioso. "- Hola Conejito -dijo Ramita-.
¿Sabes cómo puedo convertirme en una niña?"El conejito levantó las orejas y pensó durante un momento antes de responder: "- Las niñas tienen cabeza. Necesitarás encontrar una". Ramita agradeció al conejo y continuó su camino.
Pronto se encontró con un pájaro cantarín posado en una rama. "- Hola Pajarito -saludó ella-. ¿Sabes dónde puedo encontrar una cabeza para convertirme en niña?"El pajarito trinó melodiosamente antes de responder: "- Las niñas también tienen ojos brillantes.
Ve a buscar unos". Animada por la respuesta del pajarito, Ramita siguió avanzando hasta que se topó con un zorro astuto. "- Hola Zorrito -le dijo ella-.
¿Me puedes ayudar a encontrar unos ojos brillantes?"El zorro sonrió y respondió: "- Claro que sí, pequeña ramita. Pero las niñas también necesitan boca para hablar". Ramita agradeció al zorro por su ayuda y siguió buscando desesperadamente por el bosque algo que pudiera convertirla en una niña.
Pasaron los días y ella se encontró con muchos otros animales que le dijeron lo mismo: las niñas también tienen nariz, orejas, brazos y piernas. Ramita estaba desanimada, comenzaba a pensar que su sueño nunca se haría realidad.
Pero entonces, mientras caminaba triste por el bosque, tropezó con un espejo brillante. Se miró en el espejo y vio reflejada su imagen como una pequeña rama. De repente, comprendió algo muy importante: no necesitaba convertirse en una niña para ser especial.
"- ¡Eureka! -exclamó Ramita-. No importa cómo me vea o lo que sea, soy única y valiosa tal como soy". Llena de alegría y confianza en sí misma, Ramita regresó al bosque junto a sus amigos viento y sol.
A partir de ese día, fue la rama más feliz del bosque porque había aprendido a amarse a sí misma sin importar cómo luciera.
Y así termina la historia de Ramita, la pequeña rama que descubrió la verdadera belleza de ser ella misma. A partir de ese momento, cada vez que alguien pasaba cerca del árbol donde vivía Ramita podía escucharla susurrar: "Sé tú mismo y brilla como solo tú puedes hacerlo".
FIN.