El Viaje de Robin en el Bosque Encantado



Había una vez un pequeño conejo llamado Robin, que vivía en un hermoso bosque encantado. A pesar de la belleza a su alrededor, Robin sentía un nudo en su pancita. Se preocupaba mucho por lo que vendría: ¿tendría suficientes zanahorias para el invierno? ¿Sería capaz de saltar más alto que los demás conejos? Estas dudas le robaban la paz y la calma.

Un día, mientras se sentaba bajo un árbol centenario, vio pasar a una tortuga que caminaba despacio pero con determinación.

"¿Dónde vas, Tortuga?" - preguntó Robin, curioso.

"Voy a visitar la montaña de la sabiduría. Ahí vive la tortuga sabia, y creo que puede ayudarte a encontrar la paz" - respondió la tortuga con una sonrisa.

Intrigado, Robin decidió acompañar a la tortuga. A medida que avanzaban, se encontraron con un arroyo que les bloqueaba el camino.

"¿Cómo cruzaremos, Tortuga?" - preguntó Robin, sintiéndose ansioso nuevamente.

"Mira hacia el agua. A veces, solo necesitas dar un paso a la vez" - le dijo la tortuga. Así que Robin, respirando hondo, saltó de una roca a otra, siguiendo el consejo de la tortuga.

Tras cruzar el arroyo, llegaron a un claro donde un búho los observaba.

"¿Qué buscan, pequeños viajeros?" - preguntó el búho, con voz pausada.

"Buscamos a la tortuga sabia para aprender a vivir en paz" - respondió Robin, un poco más seguro de sí mismo.

"Para encontrar la sabiduría, primero deben enfrentar sus miedos. Veo que Robin es quien tiene más preocupaciones. ¿Qué te preocupa, pequeño conejo?" - preguntó el búho.

"Me preocupa el futuro, lo que pasará mañana, y si seré lo suficientemente fuerte" - contestó Robin, bajando las orejas.

"El futuro es incierto, pero no dejes que eso te robe la alegría del presente. Escucha los sonidos del bosque, ellos te guiarán" - aconsejó el búho, y con eso despidió a Robin y la tortuga.

Continuando su camino, se encontraron con una colina empinada.

"No creo poder subir esto…" - se lamentó Robin, mirando hacia arriba.

"Recuerda, Robin, no se trata de llegar rápido. Se trata de disfrutar del viaje. Vamos juntos, un paso tras otro" - dijo la tortuga con paciencia.

Con cada paso que daba junto a su amiga, Robin empezó a sentir que su ansiedad se desvanecía.

Finalmente, después de muchos desafíos, llegaron a la cima de la montaña. Allí, sobre una roca, estaba la tortuga sabia, vigilando el horizonte.

"Bienvenidos, pequeños viajeros. ¿Qué les trae hasta aquí?" - preguntó la tortuga sabia con una voz dulce.

"Buscamos aprender a encontrar la paz, señora tortuga" - respondió Robin, sintiéndose pequeño ante la presencia de la tortuga sabia.

"La paz se encuentra en el aquí y el ahora. Recuerden disfrutar cada momento, sin aferrarse a preocupaciones. La vida es como un río, siempre en movimiento. Solo fluyen los que se sueltan en sus corrientes" - dijo la tortuga sabia, sus ojos destilaban calma.

Con cada palabra de la tortuga sabia, Robin sintió un alivio. Comprendió que no tenía que temer a lo incierto, sino disfrutar cada día que pasaba.

Agradecido, Robin y la tortuga se despidieron de la tortuga sabia y comenzaron su viaje de regreso.

"Gracias, tortuga, por ayudarme a ser más valiente" - dijo Robin.

"Recuerda, pequeño amigo, siempre que te sientas perdido, escucha al bosque, te guiará a tu paz interior" - respondió la tortuga.

Desde aquel día, Robin no solo aprendió a valorar el presente, sino que también hizo un viaje de autodescubrimiento. El bosque encantado se convirtió en su refugio, y las canciones de los pájaros y el susurro del viento lo acompañaron y reafirmaron su paz. Así, el pequeño conejo vivió días felices, explorando sin miedo, sabiendo que lo único que realmente importa es cómo se vive hoy.

Y así, Robin nunca olvidó el viaje a la montaña de la sabiduría y a su amiga la tortuga, quien le enseñó que la paz se encuentra cuando se decide vivir el presente con alegría.

FIN.

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