El Viaje de Rolando y Kelley



Era un hermoso día de primavera en la ciudad de Buenos Aires. Rolando estaba emocionado porque tenía que ir a la facultad y ver a su querido compañero Kelley. Ambos compartían clases de diseño gráfico y, desde el primer día, Rolando había sentido una conexión especial con él.

Mientras recorrían los pasillos de la universidad, Rolando se decía a sí mismo: "Hoy es el día, hoy le voy a decir lo que siento".

"Hola, Kelley. ¿Te gustaría ir a tomar un café después de clases?" - preguntó Rolando, tratando de disimular su nerviosismo.

"¡Claro, Rolando! Me encantaría. ¿A qué hora?" - respondió Kelley con una sonrisa radiante.

La tarde transcurrió entre risas y charlas creativas. Rolando veía cómo los ojos de Kelley brillaban mientras hablaban sobre sus proyectos y sueños. Después de un rato, Rolando sintió que era el momento ideal.

"Kelley, hay algo que quisiera decirte. A veces me siento un poco diferente..." - comenzó Rolando.

Pero el timbre de la facultad sonó, interrumpiendo su confesión. Rolando suspiró, sabiendo que lo que había intentado expresar había quedado en el aire.

En los días siguientes, Rolando observó que Kelley parecía estar distanciado. Aunque seguían charlando y disfrutando de su compañía, la conexión que sentía parecía más débil.

"¿Kelley, sucede algo? Te noto un poco raro últimamente" - preguntó Rolando en un almuerzo.

"No, todo está bien, solo... estoy pensando en muchas cosas" - respondió Kelley, pero Rolando vio que no estaba siendo completamente honesto.

Así que Rolando decidió que necesitaba hacer algo. Organizó una pequeña actividad con sus amigos más cercanos en un parque. La idea era pasar el día riendo y jugando para relajar un poco las tensiones. Kelley aceptó la invitación, aunque no parecía entusiasmado.

Cuando llegaron al parque, Rolando decidió que este era el momento perfecto. Mientras todos correteaban y jugaban, lo llevó a una zona tranquila entre los árboles.

"Kelley, por favor, necesito que me escuches" - dijo Rolando con seriedad.

"¿Qué pasa?" - respondió Kelley, con aire de curiosidad.

"La verdad es que me gustás. Me gustaría que pudiéramos estar juntos, pero siento que hay algo que te detiene" - confesó Rolando, sintiendo un peso levantarse de sus hombros.

Kelley lo miró sorprendido, pero a la vez aliviado.

"Rolando, yo también siento lo mismo, pero no sabía cómo decírtelo" - exclamó Kelley, sonrojándose.

Pero justo en ese momento, un grupo de amigos llegó corriendo y lanzando una pelota. Todo el ambiente volvió a llenarse de ruido, distrayendo a los dos jóvenes de su momento.

"No puede ser", pensó Rolando. "¿Estaremos siempre así, a punto de ser felices pero interrumpidos por el ruido del mundo?"

A lo largo de los días siguientes, ambos decidieron que, aunque quizás no podían formalizar su relación aún, podían construir su amistad sobre la base de la honestidad. Comprendieron que tener sentimientos era parte de la vida y que no merecían sentirse avergonzados.

Un día, mientras trabajaban en un proyecto en grupo, Rolando miró a Kelley y se dio cuenta de que su conexión, aunque diferente, se había vuelto aún más fuerte.

"Kelley, ¿sabés qué? No importa cuánto tiempo pase. Lo mejor que podemos hacer es seguir apoyándonos y divertiéndonos juntos, ya que eso es lo que más importa" - dijo Rolando, sonriendo.

"Exactamente. Tal vez un día, cuando estemos listos, podremos ver cómo seguir adelante. Pero por ahora, disfrutemos de nuestra amistad" - sonrió Kelley.

Y así, Rolando y Kelley aprendieron una lección invaluable sobre la importancia de la sinceridad, la amistad y la paciencia. Aunque el camino hacia estar juntos aún no estaba claro, sabían que su vínculo era especial y eso era lo que realmente contaba.

FIN.

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