El Viaje de Sabiduría



Había una vez en un reino lejano, un pequeño pueblo llamado Conocimiento. Este lugar era conocido por tener a un joven llamado Sabiduría, un niño curioso, siempre lleno de preguntas y ansias de aprender más sobre el mundo que lo rodeaba.

Un día, mientras exploraba el bosque cerca de su casa, encontró un libro viejo y polvoriento escondido entre las raíces de un árbol gigante. Cuando lo abrió, se dio cuenta de que era un libro encantado que hablaba de un misterioso castillo en la cima de una montaña. Según el libro, en ese castillo vivía el Guardián de la Sabiduría, quien podía conceder un deseo a quien resolviera sus acertijos.

"¡Qué emocionante!" - dijo Sabiduría, sus ojos brillando con la idea de aprender más. "Tengo que ir a buscarlo y ver si puedo hacerle preguntas sobre lo que no sé."

Sin dudarlo, Sabiduría preparó su mochila con cosas esenciales y emprendió su aventura hacia la montaña. Al llegar a la base, se encontró con un puente colgante que llevaba al castillo. Pero había un letrero que decía "Para cruzar, debes responder correctamente a la pregunta de la Puerta."

"¿Qué pregunta será?" - se preguntó, un poco nervioso. Al acercarse, una voz resonó desde el aire.

"¿Qué es lo que siempre analiza pero nunca olvida?" - preguntó el guardián del puente.

"La memoria!" - respondió rápidamente Sabiduría.

El puente tembló ligeramente, pero luego se estabilizó y lo dejó pasar. Al llegar a la puerta del castillo, se encontró con un anciano sabio que lo miraba sonriente.

"Bienvenido, pequeño aventurero. Para entrar, deberás resolver un acertijo más."

"Estoy listo!" - exclamó Sabiduría emocionado.

"¿Qué puede romperse sin ser tocado?" - preguntó el anciano.

"¡Una promesa!" - respondió con confianza.

La puerta se abrió ante él y, al entrar, encontró una sala llena de libros, mapas y objetos sorprendentes. En el centro, una gran mesa tenía un pergamino que decía: "Solo se concede un deseo a quien entiende el valor de la sabiduría".

El Guardián de la Sabiduría apareció y le dijo:

"Has pasado las pruebas, joven Sabiduría. Ahora, ¿qué deseás?"

Sabiduría pensó por un momento. Había muchas cosas que podía pedir: juguetes, aventuras, hasta ser el más fuerte del pueblo. Pero recordando todas las preguntas que había acumulado en su corazón, se dio cuenta de que había algo más valioso.

"Deseo entender mejor el mundo y ayudar a los demás a aprender como yo."

"¡Una sabia elección!" - respondió el Guardián. De pronto, el castillo comenzó a brillar y el anciano levantó una mano. "Recibirás la habilidad de compartir tu conocimiento y a ser guía para aquellos que buscan respuestas."

De repente, Sabiduría se sintió diferente. Desde ese día, volvió a Conocimiento, donde comenzó a enseñar a sus amigos y vecinos. Contaba historias, respondía preguntas y ayudaba a quienes querían saber más sobre el mundo.

Cada vez que alguien encontraba una respuesta gracias a él, Sabiduría sonreía y se sentía satisfecho. Comprendió que el verdadero valor no era solo el conocimiento, sino compartirlo para que los demás también pudieran aprender y crecer.

Y así, el pueblo de Conocimiento floreció, convirtiéndose en un lugar donde todos eran curiosos y se ayudaban mutuamente. Y cada vez que Sabiduría miraba hacia la montaña, recordaba al Guardián y su mensaje: "La sabiduría es un tesoro que crece cuando se comparte".

FIN.

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