El Viaje de Samuel y la Estrella de Amor
En un pequeño y colorido pueblo llamado Arcoíris, vivía un joven llamado Samuel. Era un chico muy especial, con una sonrisa que iluminaba el día de todos. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano, se encontró con un fenómeno mágico: una estrella brillante que caía del cielo.
"¡Mirá esa estrella!", exclamó Samuel.
La estrella, al tocar el suelo, se transformó en una pequeña hada llamada Luminia. Tenía alas brillantes y una risa contagiosa.
"Hola, Samuel. Gracias por ayudarme a caer", dijo Luminia, sonriente.
"No fue nada. Pero, ¿cómo puedo ayudarte a volver?"
"Necesito una piedra mágica que se encuentra en la montaña de los 100 colores, pero no puedo ir sola. ¿Quieres acompañarme?"
Samuel, emocionado por la aventura, aceptó sin dudarlo. Juntos comenzaron su viaje hacia la montaña. A lo largo del camino, encontraron criaturas extraordinarias: un conejo que hablaba, un árbol que cantaba y un río que jugaba. Cada uno les ofrecía ayuda y consejos.
- “¡Chicos, no se olviden de la amistad! Es la clave para cualquier aventura”, dijo el conejo.
Continúan su viaje, enfrentando desafíos, y cada vez que se encontraban con dificultades, Luminia recordaba las palabras del conejo.
"¡Recordá, Samuel! La amistad nos da fuerzas. Siempre tenemos que apoyarnos entre nosotros."
Finalmente llegaron a la montaña de los 100 colores. Era un lugar espectacular, donde cada roca brillaba con cada color del arcoíris. Pero ante ellos había un obstáculo: un gran portón de piedra custodiado por un dragón juguetón llamado Resplandor.
"No podrán pasar hasta que me cuenten algo que aman tanto que harían cualquier cosa por ello", dijo Resplandor con una sonrisa pícara.
Samuel pensó por un momento y miró a Luminia.
"Yo amo los momentos compartidos con mis seres queridos, como este viaje contigo. Haría cualquier cosa para ver a mis amigos y familia felices."
Luminia también se animó y dijo:
"Yo amo la luz de la esperanza y la alegría que podemos traer a los demás."
El dragón sonrió satisfecho y les dijo:
"Pueden pasar. La verdadera magia está en el amor y la amistad."
Las puertas se abrieron, revelando el interior de la montaña. Al llegar al centro, encontraron la piedra mágica, pero justo antes de que la tocaran, un gran destello de luz los envolvió.
"¡Oh no! No podemos llevarnos la piedra sin pasar la prueba del corazón", dijo Luminia, algo preocupada.
"¿Qué prueba?" preguntó Samuel.
"¡Tienen que demostrar cuánto se aman!"
En ese instante, ambos realizaron un juramento de amor.
"Prometo que siempre estaré aquí para ti, en las buenas y en las malas."
"Y yo prometo siempre valorar cada momento a tu lado."
Al finalizar sus promesas, la piedra brilló intensamente y se convirtió en un hermoso cristal que irradiaba amor y luz.
"Ahora pueden llevarse el cristal, es un símbolo de su unión y amor. Este cristal les otorgará alegría y felicidad, siempre que lo respeten."
Emocionados, Samuel y Luminia regresaron a su pueblo con el cristal en sus manos. A partir de ese día, no solo todos los habitantes del pueblo se beneficiaron de su luz y alegría, sino que sus corazones se llenaron de amor y amistad.
Samuel aprendió que el amor verdadero se compartía, siempre, y que la aventura más bella era vivir el día a día con quienes amamos.
Y así, Samuel y Luminia vivieron muchas más aventuras, siempre recordando que cada acto de amor dejaba una huella mágica en el mundo.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.