El viaje de Sandra y Lunastra


Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y flores de todos los colores, una niña llamada Sandra.

Sandra tenía seis años, ojos brillantes como el sol y una sonrisa que iluminaba a todos a su alrededor. Lo que más le gustaba a Sandra en el mundo eran los unicornios. Le encantaban sus crines brillantes, sus cuernos mágicos y la forma en que parecían tan misteriosos y majestuosos.

Desde muy temprana edad, Sandra soñaba con tener su propio unicornio para montar por praderas encantadas y explorar bosques llenos de secretos. Pero mientras tanto, disfrutaba dibujando unicornios con colores vibrantes y creando historias fantásticas sobre ellos.

A pesar de su amor por los unicornios, a Sandra también le fascinaba ir al colegio. Todos los días se levantaba emocionada por aprender cosas nuevas, jugar con sus amigos y escuchar las historias que la maestra les contaba.

Tenía una sed insaciable de conocimiento y siempre estaba lista para participar en clase con entusiasmo. Un día, mientras caminaba hacia el colegio con su mochila llena de lápices de colores y cuadernos decorados con unicornios, Sandra encontró un rastro brillante en el suelo.

Siguiendo curiosa el rastro, descubrió que la huella conducía a un claro del bosque cercano donde había un hermoso unicornio blanco esperándola.

Sandra no podía creer lo que veían sus ojos: ¡un verdadero unicornio frente a ella! El animal mágico le habló con voz melodiosa y le dijo: "Soy Lunastra, guardiana de los sueños infantiles. He venido aquí porque he escuchado tus deseos más profundos, Sandra". -¡Ohhh! ¡Eres real! -exclamó Sandra emocionada. -Sí, querida niña.

Y quiero concederte un deseo especial -respondió Lunastra-. Tienes la oportunidad de montarme y juntos viviremos una aventura única e inolvidable.

Sin dudarlo ni un segundo, Sandra subió al lomo del unicornio blanco y juntas emprendieron un viaje maravilloso por tierras desconocidas llenas de magia y fantasía. Recorrieron valles encantados, volaron sobre arcoíris resplandecientes e hicieron nuevos amigos como hadas traviesas y duendes risueños.

Durante su travesía junto a Lunastra, Sandra aprendió valiosas lecciones sobre la importancia del valor, la amistad verdadera y la confianza en uno mismo. Descubrió que los sueños pueden hacerse realidad si uno cree en ellos con todo su corazón.

Al finalizar su aventura mágica junto al unicornio blanco, Lunastra llevó a Sandra de regreso a casa justo a tiempo para llegar al colegio antes del timbre matutino. La pequeña llegó radiante de felicidad e inspiración gracias a todo lo vivido junto al ser místico.

Desde ese día inolvidable, cada vez que miraba hacia las estrellas en el cielo nocturno recordaba la increíble experiencia junto a Lunastra; sabiendo que siempre llevaría consigo las enseñanzas recibidas durante aquel viaje extraordinario.

Y así fue como Sandra continuó asistiendo felizmente al colegio cada día; compartiendo sus historias fantásticas con sus compañeros e inspirando a todos aquellos que cruzaban su camino con su espíritu curioso e inquebrantable fe en la magia del universo.

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