El Viaje de Santiago
Santiago era un niño de diez años que vivía en un pequeño pueblo llamado Flor de Cielo. Cada mañana, al despertar, soñaba en grande. Su mayor anhelo era convertirse en un explorador y descubrir los secretos del mundo. Sin embargo, su pueblo era tan pequeño que parecía no haber muchas oportunidades para cumplir su sueño.
Un día, mientras caminaba por el bosque cercano, encontró un viejo mapa arrugado entre las hojas. Al abrirlo, vio que estaba marcado con caminos que llevaban a lugares misteriosos.
"¡Wow! ¡Esto parece un mapa del tesoro!", exclamó Santiago, con los ojos brillantes de emoción.
Decidido a seguir el mapa, Santiago le contó a su mejor amigo, Tomás, sobre su hallazgo.
"¡Deberíamos ir juntos!", dijo Tomás entusiasmado.
"Sí, pero… quizás nuestras familias no nos dejen salir tan lejos. Deberíamos pensar un plan", sugirió Santiago.
Después de días de preparación y planificación, decidieron que Santiago se iría un tiempo para explorar y que luego Tomás lo alcanzaría. Santiago se despidió de su familia una mañana soleada.
"Voy a regresar con historias increíbles, mamá y papá", prometió, mientras su madre le abrazaba con lágrimas en los ojos.
El primer día, Santiago caminó hasta llegar a un río que jamás había cruzado. Al llegar, se dio cuenta de lo difícil que era nadar entre corrientes rápidas. En ese momento, vio a una anciana sentada en la orilla, tejiendo.
"¿Necesitás ayuda, pequeño? ," preguntó la mujer con una voz suave.
"Quiero cruzar el río, pero tengo miedo", confesó Santiago.
"A veces, para seguir nuestros sueños hay que enfrentar nuestros miedos. Te puedo enseñar a hacer una balsa", propuso la anciana.
Santiago decidió hacerlo. Juntos, recogieron ramas y hojas, y construyeron una pequeña balsa. Cuando estuvo lista, Santiago se sintió lleno de valor.
"¡Gracias!", dijo, mientras apretaba la mano de la anciana.
"No olvides que siempre habrá alguien dispuesto a ayudarte, si te animás a pedirlo", le respondió ella con una sonrisa.
Finalmente, cruzó el río y continuó su viaje por la montaña que el mapa indicaba. Mientras subía, se encontró con un grupo de niños jugando. Al principio se sintió tímido, pero decidió acercarse.
"Hola, soy Santiago. Estoy buscando un tesoro, ¿quieren ayudarme?", preguntó con entusiasmo.
Los niños lo miraron intrigados.
"¿De verdad hay un tesoro?", preguntó una niña llamada Ana.
"Sí, creo que está en la cima de la montaña", respondió Santiago.
Los niños decidieron acompañar a Santiago, y juntos escalaron la montaña, riendo y jugando. Cuando finalmente llegaron a la cima, se encontraron con una vista increíble.
"¡Es tan hermoso!", exclamó Ana, mirando el valle.
"Este es el tesoro", dijo Santiago, con una sonrisa en su rostro.
Los niños comprendieron que el verdadero tesoro eran las experiencias y amistades que compartieron. Santiago se dio cuenta de que buscar sus sueños no solo era encontrarlos, sino también disfrutar del camino y las nuevas amistades.
Después de un tiempo, Santiago y sus nuevos amigos decidieron regresar al pueblo. Al llegar, encontró a Tomás esperándolo con ansias.
"¡Santiago! ¡Contame todo sobre tus aventuras!", exclamó Tomás.
"Te prometo que será un viaje increíble, y esta vez, será mejor si venimos todos juntos", respondió.
Todos los niños de Flor de Cielo se unieron a Santiago y Tomás en nuevas aventuras, recorriendo juntos el bosque y explorando cada rincón de su tierra con una nueva mirada. Santiago se dio cuenta de que los sueños pueden crecer y cambiar, y que cada momento vivido es un paso hacia lo que anhelamos.
Y así, con un corazón lleno de alegría, Santiago continuó explorando, pero también aprendió que el verdadero tesoro no son solo los destinos, sino las personas y experiencias que encontramos en el camino.
FIN.