El Viaje de Sara y el Jaguar
En la profunda selva amazónica, donde los árboles son tan altos que parecen tocar el cielo y el canto de los pájaros resuena como una canción alegre, vivía una niña llamada Sara. Ella era curiosa, valiente y amaba la naturaleza. Un día, su mamá le dijo que necesitaba comida fresca para cocinar un delicioso almuerzo. A medida que Sara miraba por la ventana de su casa de madera, vio un jaguar muy simpático que caminaba entre la maleza. Su nombre era Leo.
"¡Hola, Leo!" - saludó Sara desde su ventana.
"¡Hola, Sara! ¿Qué haces ahí?" - respondió Leo, acercándose.
"Voy a buscar comida para mi mamá. ¿Te gustaría venir conmigo?" - le preguntó ella, emocionada.
"¡Claro! La selva tiene muchas delicias. ¡Vamos juntos!" - aceptó Leo, moviendo su cola con alegría.
Sara y Leo decidieron aventurarse juntos en la selva. Empezaron su camino, escuchando el canto de las aves y sintiendo el frescor de la brisa. Pronto se encontraron con un río cristalino.
"¡Mirá, Sara! Aquí hay peces saltando, ¿quieres pescar algunos?" - sugirió Leo con entusiasmo.
"¡Sí! Pero, ¿cómo hacemos?" - preguntó Sara, pensando en cómo podría tomar un pez saltarín.
"Yo puedo usar mis patas rápidas y tú podrías usar tus manos. ¡Hagámoslo!" - dijo Leo.
Juntos, se aproximaron al río. Mientras Leo cubría con sus patas delanteras el agua, Sara estaba lista para atrapar un pez. Con un gran salto, Leo asustó a un pez y Sara lo atrapó justo a tiempo.
"¡Lo logré!" - gritó Sara, mientras sostenía el pez con una gran sonrisa.
Continuaron su camino y llegaron a un claro lleno de frutas exóticas. Había mangos, guaraná y piñas.
"Esto se ve delicioso, ¿verdad, Leo?" - preguntó Sara, mientras olfateaba una jugosa piña.
"¡Sí!" - respondió Leo feliz. "Podemos llevar un poco de cada uno."
Entonces, juntos recolectaron frutas, pero de repente, escucharon un ruido extraño entre los arbustos. Sara se asustó un poco.
"¿Qué fue eso?" - susurró, mirando a Leo.
"No te preocupes, yo investigaré" - dijo Leo con valentía y se acercó al sonido. Era un grupo de monos traviesos que habían estado jugando.
"¡Hola, amigos!" - saludaron los monos, moviéndose de un lado a otro.
"¡Hola! ¿Quieren ayudarnos a recoger frutas?" - les propuso Sara con amabilidad.
"¡Sí! ¡Nos encanta ayudar!" - gritaron los monos.
Así que, junto con sus nuevos amigos, Sara y Leo recolectaron una gran cantidad de frutas y pescado. Con sus canastas llenas, se sentían triunfadores. Pero entonces se dieron cuenta de que el sol comenzaba a esconderse y había que volver a casa.
"¡Corres! Necesitamos llegar a casa antes que oscurezca!" - dijo Sara, un poco preocupada.
"No te preocupes, yo conozco el camino. ¡Sigue mis pasos!" - aseguró Leo, una mirada decidida en su rostro.
Desprendidos del claro, el grupo comenzó a correr por la selva. En su camino de regreso, se encontraron con una gran liana que colgaba de un árbol.
"¡Mirá, Sara! ¡Un columpio!" - exclamó Leo, sus ojos brillando de emoción.
"¿Deberíamos columpiarnos un poco antes de irnos?" - preguntó ella, divertida.
"Un rápido columpio no nos hará daño!" - contestó Leo, y todos se pusieron a jugar.
Pero el tiempo se estaba acabando, y después de un rato, se dieron cuenta de que debían seguir. Con sus corazones alegres y llenos de recuerdos, finalmente llegaron a la casa de Sara.
"¡Mamá! ¡Miralo todo lo que trajimos!" - gritó Sara, mientras mostraba la comida.
"¡Qué buena comida, Sara! Estoy tan orgullosa de ti. Y, ¡Hola, Leo! Gracias por ayudar a mi hija" - dijo su mamá, sonriendo.
Como agradecimiento, la mamá de Sara decidió preparar un festín con toda la comida recolectada. Mientras comían, todos compartieron historias de su aventura en la selva. Sara se dio cuenta de que, aunque había sido un camino lleno de sorpresas, lo mejor de todo fue compartirlo con un amigo.
"Gracias, Leo. Sin ti no lo hubiese logrado" - dijo Sara, sonriendo.
"Y gracias a vos, por ser tan valiente y divertida. ¡Hagámoslo otra vez!" - respondió el jaguar, contento.
Así, Sara y Leo se dieron cuenta de que la aventura siempre es más divertida cuando se comparte con amigos. Y desde ese día, la selva no solo fue su hogar, sino el lugar de infinitas aventuras.
Fin.
FIN.