El Viaje de Serotonina



En un pequeño pueblo llamado Alegría, vivía una joven llamada Serotonina. Era una niña feliz y llena de energía, conocida por su risa contagiosa y su amor por ayudar a los demás. Sin embargo, Serotonina tenía un secreto: cada vez que se sentía triste o desanimada, su energía se desvanecía como un globo que se desinfla.

Un día, mientras Serotonina jugaba con sus amigos en el parque, notó que algo extraño sucedía. El cielo se oscureció y las flores comenzaron a marchitarse.

"¡Ay, no! ¿Qué está pasando, chicos?" - exclamó Serotonina, preocupada.

"No sé, pero el mundo parece estar perdiendo su color" - dijo su amiga Emocionada.

"Debemos hacer algo, no podemos dejar que nuestra felicidad se vaya así nomás" - añadió su amigo Alegría, saltando de un lado a otro.

Entonces, Serotonina decidió emprender un viaje para recuperar la energía del mundo. Con su mochila llena de sonrisas y optimismo, se despidió de sus amigos.

"Voy a encontrar lo que necesitamos, no se preocupen" - les aseguró.

En su camino, Serotonina se encontró con varios personajes que lo necesitarían.

Primero se encontró con un pequeño pájaro llamado Canto, que estaba triste porque no podía cantar.

"¿Por qué no cantás?" - preguntó Serotonina.

"No sé, perdí mi voz y ya no me siento alegre" - respondió Canto.

Serotonina pensó en cómo devolverle la alegría. Entonces, comenzó a contarle chistes y a recordarle lo hermoso que era su canto. Poco a poco, Canto empezó a sonreír y, con un gran esfuerzo, volvió a croar.

"¡Gracias, Serotonina! ¡Voy a cantar como nunca!" - exclamó el pájaro.

Continuando su viaje, llegó a un bosque donde encontró a un conejo, llamado Salto, que había dejado de saltar porque se sentía pesado.

"Hola, Salto, ¿qué te pasa?" - le preguntó.

"He estado muy triste y ya no tengo ganas de saltar" - dijo el conejo.

Serotonina decidió ayudarlo.

"¡Hagamos una competencia de saltos!" - sugirió.

Al principio, Salto dudó, pero finalmente aceptó. Después de algunas saltos, ambos rieron tanto que Salto recordó lo divertido que era saltar.

"¡Voy a practicar más! Gracias, Serotonina" - dijo el conejo, lleno de energía.

Finalmente, Serotonina llegó al río donde encontró a la tortuga Lentitud, que siempre había querido ganar una carrera. Pero se sentía atrapada por su lentitud y no sabía qué hacer.

"¿Por qué te ves tan desanimada, Tortuga?" - le preguntó.

"Siempre quiero ser rápida como los demás, pero nunca puedo" - respondió Lentitud.

Serotonina sonrió.

"No necesitas ser rápida, solo debes ser tú misma. Cada uno tiene su propio ritmo y eso es lo que te hace especial" - le dijo.

Lentitud sonrió y decidió que no importaba la velocidad.

"¡Tienes razón! ¡Voy a disfrutar del camino!" - respondió.

Después de ayudar a sus nuevos amigos, Serotonina continuó su viaje. Al final del día, regresó a Alegría, donde encontró a sus amigos preocupados.

"¿Adónde estabas, Serotonina?" - preguntó Emocionada.

"Fui a ayudar a los que no podían encontrar su alegría" - explicó.

Los amigos se reunieron en el parque, y la risa de Serotonina parecía ser el sol que iluminaba el lugar. Con su energía devuelta, el cielo se aclaró y las flores brotaron de nuevo.

"¡Ahora entiendo! La alegría es como un viaje donde todos pueden ayudar y apoyarse entre sí" - reflexionó Alegría.

Y así, Serotonina y sus amigos aprendieron que la felicidad se cultiva en compañía, y que todos tienen el poder de contagiar alegría a los demás, convirtiendo incluso los días más oscuros en brillantes.

Desde esa vez, cada vez que alguien en Alegría se sentía triste, todos se juntaban para recordarles lo que hicieron en aquel viaje.

Y así, el pueblo de Alegría nunca volvió a perder su color, porque todos ahora sabían que compartir alegría era lo más importante. Y Serotonina, por supuesto, continuó su aventura felizmente, siempre lista para ayudar.

FIN.

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