El Viaje de Sofía



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, una adolescente llamada Sofía. Era una chica curiosa, llena de sueños, pero no sabía exactamente cuáles eran. Todos a su alrededor parecían tener sus vidas resueltas; su amiga Ana quería ser artista, Tomás soñaba con ser ingeniero y Lucas aspiraba a ser futbolista. Sofía, en cambio, se sentía perdida.

Un día, paseando por el mercado, Sofía escuchó a un anciano que vendía antigüedades decir:

"Cada objeto cuenta una historia, y cada historia tiene un propósito."

Intrigada, se acercó al anciano.

"¿Cómo encuentro mi historia?" - preguntó.

El anciano sonrió.

"Primero, debes conocerlo a vos misma. Un viaje a tu interior puede ayudarte."

Motivada por sus palabras, Sofía decidió emprender un viaje de autoconocimiento. Se despidió de su familia y amigos y se adentró en el bosque que bordeaba el pueblo. Allí encontró un hermoso claro iluminado por el sol, donde decidió sentarse a pensar sobre lo que realmente le apasionaba.

Mientras estaba en el claro, vio a un pájaro de colores brillantes que se posó sobre una rama. Sofía lo observó y se dio cuenta de que, al igual que el pájaro, ella también quería volar y explorar.

"¿Cómo puedo volar?" - le preguntó al pájaro.

El pájaro contestó con un trino alegre:

"Volar no es solo acerca de tener alas. A veces, se trata de seguir tus sueños, aunque no sepas cuáles son aún."

Sofía decidió que debía probar diferentes cosas. Así comenzó su aventura. Primero, fue a una clase de pintura.

"Me encanta el color, pero no estoy segura si soy buena en esto" - se confesó a su profesora.

"La pintura es sobre la expresión, Sofía. No se trata de ser buena o mala, sino de dejar fluir lo que llevas adentro" - le respondió la profesora.

Sofía, llena de nuevas ideas, regresó al claro y comenzó a pintar. Al día siguiente, se unió a un grupo de teatro local. Allí conoció a un chico que le dijo:

"Si no te atreves a ser tú misma, nunca sabrás lo que puedes lograr."

Ese comentario la marcó, y desde ese día, empezó a actuar sin miedo al qué dirán. Con el pasar de las semanas, experimentó con la música y el baile. Cada nuevo intento le enseñaba algo más sobre sí misma.

Ya no se sentía perdida, pero aún había algo que no la dejaba en paz. Una tarde, mientras hacía una caminata, se encontró con una anciana sentada en una piedra.

"Parecés preocupada, niña. ¿Qué te pasa?" - preguntó la anciana.

"He aprendido muchas cosas, pero aún no sé qué quiero hacer en la vida."

La anciana sonrió y le dijo:

"Sofía, a veces el destino se revela cuando menos lo esperás. No busques respuestas, disfrútalo; lo que amás te encontrará."

Sofía reflexionó sobre esas palabras y decidió tomarse un momento para relajarse y no forzar las cosas. Al volver a casa, se sintió en paz. Fue entonces que se acordó de aquel pájaro colorido y de todas las cosas que había aprendido.

Con el tiempo, descubrió que su verdadera pasión era la creación, ya sea escribiendo cuentos, pintando o actuando. Decidió que quería contar historias a través del arte, combinando todo lo que había aprendido en su viaje.

Sofía organizó una pequeña muestra de sus obras y obras de teatro en el pueblo. Al abrirse al compartir su arte con los demás, se dio cuenta de que su historia estaba ya siendo compartida y que siempre había sido parte de ella.

Al final de su viaje, Sofía volvió al claro del bosque, miró al cielo y sonrió. Había encontrado su camino, una mezcla de cada experiencia, y no le importaba si aún no tenía todo resuelto. Su viaje de autoconocimiento apenas comenzaba, y eso la emocionaba.

Las historias que contara serían una parte de su vida, pero lo más importante, había aprendido a volar, a hacerlo a su manera pura y única.

FIN.

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