El Viaje de Sofía
Era una vez una niña llamada Sofía, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos y arroyos. Sofía era muy querida por sus padres y siempre había conseguido lo que quería. Si alguna vez no le daban lo que deseaba, se ponía a hacer mañosera.
Una tarde, Sofía llegó a casa y, emocionada, le dijo a su mamá:
- ¡Mamá! Hoy vi una muñeca gigante en la vitrina de la tienda. ¡Quiero que me la compres!
Su mamá, un poco cansada de las constantes exigencias de Sofía, le respondió:
- Sofía, ese juguete es muy caro y ya has recibido muchos regalos últimamente.
Sofía, frustrada, comenzó a llorar y a hacer una escena.
- ¡Pero mamá, no es justo! ¡Todos mis amigos la tienen!
Su madre trató de explicarle:
- Sofía, no todo en la vida se puede tener solo porque lo quieres. A veces hay que aprender a esperar y valorar lo que ya tenemos.
Pero eso a Sofía no le importó en absoluto. Fue a su cuarto y comenzó a hacer una de sus mañas. Siguió llorando mientras pensaba en cómo podría cambiar la decisión de su mamá. Sin embargo, no se dio cuenta de que sus acciones solo empeoraban las cosas.
Al día siguiente, Sofía se fue a la escuela, donde su profesora, la señorita Clara, también se encontró con una situación similar. Sofía quería un cuaderno especial con brillos y estampados, pero la señorita Clara le dijo:
- Sofía, tienes que usar el cuaderno que ya has comprado. A veces debemos conformarnos y ser creativos con lo que tenemos.
Sofía, molesta, comenzó a hacer mañosas en clase, interrumpiendo a sus compañeros y haciendo ruido. La señorita Clara, que había visto esto antes, le dijo con firmeza:
- Sofía, si continúas comportándote así, no podrás participar de la actividad especial que tenemos programada para mañana.
Esto hizo que Sofía se sintiera aún más frustrada. Sin embargo, al llegar a casa, su padre tuvo una charla importante con ella:
- Sofía, entiendo que no estás contenta, pero la vida no siempre se trata de obtener lo que uno quiere. Debemos aprender a ser agradecidos y felices con lo que tenemos.
Sofía, al principio, no prestó atención a su padre. Pero esa noche, mientras trataba de dormir, comenzó a reflexionar sobre sus palabras. Se dio cuenta de que había perdido varias oportunidades de jugar y disfrutar con sus amigos por estar tan centrada en lo que no tenía.
Así que, al día siguiente, cuando llegó a la escuela, decidió intentar ser diferente. Al entrar al aula, se acercó a la señorita Clara y le dijo:
- ¡Buenos días, señorita Clara! Me gustaría agradecerle por ser tan paciente conmigo.
La profesora sonrió, sorprendida por el cambio.
- Gracias, Sofía. Eso significa mucho para mí. ¿Estás lista para participar en el proyecto?
Pero eso no fue todo. Sofía, durante la actividad especial, comenzó a colaborar con sus compañeros y a utilizar su cuaderno viejo de una manera creativa. Usó su imaginación para hacer algo hermoso; todos quedaron asombrados con nadita que había creado.
Al final de la clase, sus amigos la elogiaron por su trabajo. Sofía se sintió feliz y realizada.
- ¡Nunca pensé que podría hacerlo sin la muñeca gigante! - exclamó.
Desde aquel día, Sofía aprendió a disfrutar de lo que tenía y descubrió que a veces, lo que realmente importa no es tener más, sino aprovechar al máximo lo que poseemos. Cada vez que quería algo nuevo, pensaba dos veces en cómo podría utilizar lo que ya tenía.
Así, Sofía se convirtió en una niña valiente y creativa, cada vez más querida por su familia y amigos. Nunca más hizo mañosera, y sus días en el colegio se llenaron de risas y creatividad, aprendiendo cada día algo nuevo sobre la importancia de la gratitud y el valor de ser feliz con lo que se tiene.
FIN.