El Viaje de Sofía
Sofía estaba muy emocionada. Su familia se había mudado a una nueva ciudad, llena de edificios altos y parques con árboles enormes. Sin embargo, había algo que le generaba un poco de miedo: no conocía a nadie. En su antiguo hogar, tenía a sus mejores amigos, pero ahora se sentía sola.
Un día, mientras paseaba por el parque, vio a un grupo de niños jugando al fútbol. Sofía miró con curiosidad, pero su corazón latía rápido. No sabía si debía acercarse o quedarse en su rincón. De repente, uno de los chicos, un niño llamado Lucas, se dio cuenta de que la estaba observando.
"¡Hola! ¿Te gustaría jugar con nosotros?" - preguntó Lucas, sonriendo.
"¡Eh! No sé jugar muy bien al fútbol..." - Sofía respondió tímidamente.
"No importa, ven. Te enseñamos a jugar. El fútbol es divertido, y lo más importante es disfrutar juntos" - insistió Lucas.
Sofía respiró hondo y decidió acercarse. Los niños le mostraron cómo patear la pelota y, con cada risa, ella se sentía más cómoda.
Pasaron los días y Sofía comenzó a visitar el parque todos los días después de la escuela. Aprendió a jugar al fútbol, pero también a conocer a los otros chicos: Belén, que era buena en matemáticas, y Emiliano, que siempre contaba chistes. Con cada historia, cada juego y cada año que pasaba, Sofía iba construyendo lazos de amistad.
Pero un día, mientras todos jugaban, Lucas se tropezó y cayó al suelo.
"¡Ay! Me duele la rodilla, ¡no puedo más jugar!" - dijo. Sofía se acercó preocupada.
"¿Estás bien? Deberíamos llamar a alguien" - sugirió.
"No, no es grave. Solo necesito un descanso" - respondió Lucas, aunque parecía que le dolía.
Sofía, recordando que Lucas siempre estaba allí para ayudarla, decidió que era su turno de hacer algo.
"Está bien, yo me encargaré del juego. ¡Chicos, a formar equipos!" - gritó con entusiasmo.
Los demás niños la miraron, sorprendidos, pero rápidamente se unieron. Sofía asumió el liderazgo, explicando las reglas y animando a todos a disfrutar. Así, mientras Lucas se recuperaba, ella demostró que podía ser una buena amiga y líder.
Después de un rato, Lucas se sintió un poco mejor y se unió a los demás.
"¡Sos una gran capitana, Sofía!" - dijo, sonriendo.
Esa noche, Sofía se dio cuenta de algo importante. Había llegado a ser amigable y ayudar a los demás le dio una gran satisfacción.
Así, con el tiempo, Sofía se dio cuenta de que mudarse no significaba perder amigos, sino encontrar unos nuevos y aprender valiosas lecciones sobre el compañerismo.
El siguiente sábado, mientras todos jugaban, Sofía se detuvo y miró a su alrededor. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro.
"¡Me siento feliz de tener amigos!" - exclamó.
"¡Y nosotros estamos contentos de tenerte a vos!" - respondieron sus amigos al unísono.
Y así, en la nueva ciudad, Sofía descubrió que siempre se pueden hacer nuevos amigos, y que lo más importante es abrirse al cambio y disfrutar del viaje con una sonrisa.
FIN.