El Viaje de Sofía a ser Hermana Mayor



Era una mañana soleada en el barrio de La Colmena, y Sofía, una niña de 6 años con una curiosidad infinita, jugaba en su habitación rodeada de muñecas y cuentos. Hoy era un día especial, porque su mamá había dicho que iba a traer una sorpresita. Sofía saltaba de emoción, imaginando qué podría ser.

-Debo llevarle un regalo a la sorpresa- pensaba mientras armaba un pequeño paquete con una de sus muñecas. Desde hacía meses, Sofía había escuchado a sus papás hablar sobre el nuevo miembro de la familia que vendría a visitarlos: su hermanita.

Sofía estaba cada vez más ansiosa por conocerla, pero también le daba un poco de miedo. A veces se preguntaba si su vida iba a cambiar.

Cuando su mamá entró a la habitación, Sofía casi la empujó por la emoción.

-Mamá, ¿es hoy cuando llega mi hermanita? ¿Qué le has traído? - preguntó sin parar.

-Sí, Sofía, hoy es el día -dijo su mamá con una sonrisa-. Te presento tu regalo de bienvenida.

La mamá de Sofía sacó de la bolsa una pequeña camiseta rosa que decía "Soy la hermana mayor".

-¡Qué linda! - gritó Sofía mientras la abrazaba.

Esa tarde, en el hospital, el papá de Sofía le dijo:

-¿Estás lista para conocerte? - Sofía asintió con firmeza, un poquito tímida. Cuando entró a la habitación, un pequeño ser dormía en la cuna.

-¡Hola, hermanita! - Sofía terminó llorando un poquito de alegría.

-Es tu turno para ser grande ahora, Sofía -dijo su mamá acariciándola.

Los días pasaron rápidamente. A Sofía le encantaba ser hermana mayor; le leía cuentos a su hermanita, la abrazaba y le cantaba canciones.

Sin embargo, un día, mientras jugaba, Sofía se encontró un poco excluida, ya que su mamá necesitaba mucho tiempo para cuidar a la bebé.

-Mamá, ¿por qué no juegas conmigo? - preguntó.

-Sofía, cariño, ahora tengo que cuidar a tu hermanita, pero siempre puedes venir a jugar con nosotras -dijo su mamá.

Sofía se sintió un poquito triste, le daba miedo que su hermanita le quitara la atención de sus padres. Estaba preocupada porque temía que la bebé fuera más importante que ella.

Una mañana, decidió hablar con su papá.

-Papá, ¿te acuerdas cuando yo era chiquita y me cuidabas? Ahora ya no tengo tiempo para jugar porque la bebé necesita más de mamá y tu.- Sofía dijo con la voz entrecortada.

-Pero Sofía, ahora tenés una gran oportunidad. Podés ser la mejor hermana de todas. Nada cambiará el amor que sentimos por vos. Además, todo lo que aprendiste puede ser útil para cuidar a tu hermanita -le contestó su papá.

Después de esa charla, Sofía decidió ser una excelente hermana mayor. Empezó a aprender a cambiar pañales, y por primera vez, pudo ver cómo se reía su hermanita cuando hacía muecas.

Con el pasar de las semanas, la pequeña se dio cuenta de que ser hermana mayor era especial. Sofía siempre estaba al lado de su mamá cuando ésta le daba de comer a la bebé, y a ella le gustaba ayudar.

El día que pudo sostener a su hermanita por primera vez fue mágico. - ¡Mira, yo puedo ayudarte! - gritó emocionada.

Su papá, orgulloso, le dijo:

-¡Sofía, sos una hermana mayor increíble! - Su mamá también se unió a la celebración.

A medida que el tiempo pasaba, Sofía entendió que la vida no se trataba de ser la más importante, sino de dar amor y compartir momentos juntos. La felicidad de su hermanita era también su felicidad. Descubrió lo encantador que era enseñar a su hermana a usar colores y dibujar.

Un día, mientras pintaban juntas, Sofía miró a su hermanita y le dijo:

-Eres muy especial, y mientras crezcas, haremos muchas aventuras juntas, ¿verdad? - Su hermanita sonrió con la boca llena de pintura, como si entendiera su mensaje.

Sofía, contenta, supo que ser hermana mayor era un trabajo maravilloso, lleno de amor y complicidad. Desde esa vez, nunca más se sintió insegura, porque en sus manos recayó una inmensa responsabilidad: cuidar y amar a su hermanita. Y así, cada noche, mientras contaba historias llenas de sueños, se agradecía por ser la mejor hermana mayor del mundo.

El amor de una hermana mayor se hace en cada beso, cada risa, y cada juego compartido. Sofía entendió que su mayor regalo no era ser la niña del medio, sino el lazo especial que había comenzado a construir con su hermanita. Y desde ese entonces, el amor desbordante en su hogar la hacía sonreír cada día un poquito más.

FIN.

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