El Viaje de Sofía hacia la Adolescencia



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires y Sofía estaba emocionada porque hoy sería el primer día del nuevo curso escolar. Tenía 11 años y sentía que estaba a punto de embarcarse en una gran aventura: la pubertad. A medida que caminaba hacia la escuela, sus amigas, Valen y Lu, la esperaban en la puerta.

"¡Sofi! ¡Llegaste justo a tiempo!" - Exclamó Valen, con una gran sonrisa.

"¿Están listas para el nuevo año?" - Preguntó Sofía, sintiendo un cosquilleo de nervios.

"Sí, aunque un poco asustadas, a veces no sé qué esperar. La profesora nos habló de ‘cambios’ en las clases pasadas y me dejaría dormir en el salón si se pone muy raro todo,” - hizo un gesto Lu, revolviendo su cabello.

Sofía rió. La idea de volver a la escuela y descubrir qué cambios traerían esos meses la emocionaba y la inquietaba por igual. Durante las primeras semanas, todo parecía normal. Pasaron las clases como siempre, pero pronto comenzaron a suceder cosas inesperadas.

Un día, mientras almorzaban, Lu comentó:

"¿Alguna de ustedes ha notado que la ropa no les queda igual? Yo creo que me estoy haciendo más alta y mis jeans me quedan ajustados."

"Sí, me pasó lo mismo con mi camiseta," - respondió Valen, con una sonrisa nerviosa. Sofía los miró y sintió que pacientes se miraban entre ellas, como si compartieran un secreto.

Al día siguiente, mientras se lavaba las manos en el baño, Sofía notó un cambio en su cara. Estaba un poco más hinchada, sus mejillas tenían un rubor diferente. Se miró en el espejo y pensó: "¿Esto es normal?" De repente, escuchó que alguien entraba al baño.

"Hey, Sofía, ¿estás bien?": era Valen.

"Sí, sólo... uh, estoy viendo cosas raras en mi cara."

"¿Te referís a ese rubor? ¡Es normal! Es parte de la pubertad. Lo importante es que no te asustes. Todos estamos pasando por esto."

"¿De verdad?" - Sofía se sintió un poco más tranquila, pero aún así no podía evitar pensar en lo que vendría.

Los días pasaron, y aunque compartieron risas y noticias divertidas, Sofía sentía una presión interna que no podía ignorar. Decidió hablar con su hermana, Ana, quien había pasado por la misma experiencia. Sofía encontró a Ana en su habitación.

"Ana, tengo un montón de dudas sobre esto de la pubertad. No sé si estoy preparada."

"No te preocupes, Sofi, yo también pasé por eso. Te prometo que todo es normal. Te sientes diferente porque, simplemente, estás creciendo. Recuerda que no estás sola en este proceso. Delante de cada uno de nosotros, hay un camino emocionante."

"¿Y si me cambio de talla y nunca más encuentro ropa que me quede bien?" - Sofía hizo pucheros.

"Vas a encontrar cosas que te encanten, además se acaba de lanzar una nueva colección en tu tienda favorita, dale un vistazo."

Esa tarde, Sofía se sintió mejor. Sus pensamientos sobre la incertidumbre se disiparon un poco, y decidió poner en práctica el consejo de Ana: abrazar el proceso. Además, volvería a hablar con Valen y Lu, pues juntas se sentirían más fuertes.

Cuando regresó a la escuela, Sofía se sentó con sus amigas durante recreo.

"Chicas, hablemos de todo lo que nos está pasando. Ya no quiero sentirme sola."

"Totalmente de acuerdo," - coincidió Valen

"Claro, podemos formar un círculo de apoyo. ¡Seremos las mejores compañeras en esta nueva etapa!" - agregó Lu, animando a las demás.

Así pasaron los días, formando un espacio donde podían compartir sus inquietudes. Hablaban de sus cambios físicos, de sus sentimientos, y se divertían en el proceso. Un día, mientras jugaban a la pelota en el patio de la escuela, Sofía, con más seguridad, se animó a lanzar un desafío:

"¿Quién se anima a una carrera a ver quién llega primero al árbol?"

"¡Yo!" - gritó Valen, desafiando a Lu a un sprint.

Algo especial estaba sucediendo: Sofía se dio cuenta de que aunque los cambios podían ser complicados, tener amigas en quienes apoyarse hacía la experiencia mucho más llevadera y divertida. La pubertad no parecía tan aterradora con la perspectiva de sus amigas a su lado.

Así pasaron los días, riendo, compartiendo y disfrutando del viaje hacia la adolescencia, aprendiendo a aceptarse y apoyarse. Sofía entendió que la pubertad era solo un capítulo en su vida, y que mientras tuviera a sus amigas cerca, todo sería un poco más fácil de enfrentar. Al final del año escolar, mirando hacia atrás, pudo decir:

"No fue tan malo, ¿verdad? ¡Fue una aventura!" - Y sus amigas asintieron, con la misma sonrisa que ellas habían compartido durante todo ese tiempo.

Y así, Sofía siguió su camino hacia la adolescencia, llena de esperanza, alegría y la seguridad de que siempre podría contar con sus amigas.

Desde aquel año, Sofía supo que los cambios eran parte del crecimiento, y que cada nuevo día traería su propio sentido de aventura, aprendizaje y amistad.

FIN.

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