El Viaje de Sofía y los Cinco Sentidos
Había una vez una niña llamada Sofía, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y flores de todos los colores. Sofía era muy curiosa y le encantaba aprender cosas nuevas. Un día, su abuelo le dijo:
"Sofía, hoy quiero llevarte a un lugar muy especial. Es un viaje que te ayudará a conocer tus cinco sentidos más a fondo".
Los ojos de Sofía brillaron de emoción.
"¿De verdad, abuelo? ¡Quiero conocerlo ya!"
El abuelo sonrió y le tomó la mano mientras caminaban hacia el bosque. Después de caminar un rato, llegaron a un claro lleno de árboles y un arroyo que brillaba como diamantes bajo el sol.
"Este es el lugar", dijo el abuelo. "Hoy vamos a hacer un juego. Desde aquí vamos a experimentar cada uno de tus cinco sentidos".
"¿Y cómo lo vamos a hacer?" preguntó Sofía.
"Primero, vamos a usar tu sentido de la vista. Mira alrededor y dime qué ves".
Sofía miró con atención y dijo:
"Puedo ver flores de todos los colores, mariposas volando y un cielo azul hermoso".
"¡Perfecto! Pero ahora, con los ojos cerrados, ¿puedes describir lo que escuchas?" le pidió el abuelo.
Sofía cerró los ojos y escuchó.
"Escucho el canto de los pájaros y el susurro del viento en las hojas".
"Muy bien, eso es tu oído en acción. Ahora, el siguiente sentido, el del olfato". El abuelo sacó una flor y se la acercó.
"¿Qué huele?".
"Huele tan bien, a frescura y a algo dulce", respondió Sofía con una sonrisa.
"Ahora, vamos a tocar. Toca esa corteza de árbol que está a tu lado y dime cómo se siente". Sofía tocó el árbol y exclamó:
"¡Es áspero y rugoso! Como si tuviera muchas historias que contar".
"Y por último, el sentido del gusto. Aquí traigo unas galletitas de avena que hice esta mañana. Prueba una y dime qué sientes".
Sofía probó la galletita y sus ojos brillaron aún más.
"¡Deliciosas! Tienen un sabor dulce y un toque de canela".
"Hiciste un trabajo increíble, Sofía. Ahora, a partir de este momento, nunca olvides lo importantes que son tus sentidos. Te ayudarán a descubrir el mundo de una forma única".
Pero justo cuando terminaron la actividad, escucharon un grito a lo lejos. Sofía se sobresaltó. El abuelo se agachó y le dijo:
"No temas, Sofía. Vamos a investigar juntos".
Los abuelos y Sofía se acercaron al sonido y encontraron a un pequeño conejo que había caído en un agujero. Sofía se agachó y dijo:
"Pobrecito, tenemos que ayudarlo". El abuelo asintió.
"Usa tus sentidos, Sofía. ¿Qué puedes hacer para ayudarlo?".
Sofía pensó y después dijo:
"Podemos usar ramas para hacer una escalera y ayudarlo a salir".
El abuelo sonrió mientras Sofía recogía ramas y las juntaba. Con mucho cuidado, lograron ayudar al conejo a salir del agujero.
"¡Gracias! Eres muy amable" dijo el conejo mientras saltaba de alegría.
Sofía se sintió feliz de haber ayudado a un ser vivo. El abuelo le dio un fuerte abrazo y dijo:
"Hoy aprendiste mucho, no solo sobre tus sentidos, sino también sobre la empatía y el valor de ayudar a los demás".
Al regresar a casa, Sofía pensaba en todo lo que había aprendido.
"Gracias, abuelo. Este fue el mejor día de mi vida".
Y así, Sofía se convirtió en una niña que no solo miraba el mundo, sino que lo sentía con todo su ser. Y cada vez que jugaba en el bosque, recordaba aquel mágico día en que sus cinco sentidos le enseñaron a amar la vida y a ayudar a los demás.
FIN.