El Viaje de Timo y Pipo
En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes vivían un ratón llamado Timo y un pájaro llamado Pipo. Timo era muy curioso y le encantaba explorar, mientras que Pipo prefería volar por el cielo y disfrutar de las vistas. Un día, mientras recorrían el bosque, Timo descubrió un mapa antiguo escondido entre las hojas.
- ¡Mirá, Pipo! –gritó Timo emocionado-. ¡He encontrado un mapa del tesoro!
- ¿Un mapa del tesoro? –preguntó Pipo mientras se posaba en la rama de un árbol-. ¿Dónde dice que está el tesoro?
- Dice que está en la cima de la Montaña Brillante, justo al otro lado del río, más allá del Bosque Susurrante. ¡Vamos a buscarlo! –exclamó Timo.
Pipo, un poco duditativo, contestó:
- Pero, Timo, el camino es largo y peligroso. Nunca hemos ido tan lejos.
- No importa, ¡juntos podemos lograrlo! –respondió Timo con determinación.
Convencido por el entusiasmo de su amigo, Pipo aceptó y comenzaron su aventura. Caminaron durante horas, cruzando campos y recolectando bayas para comer. Al llegar a la orilla del río, se encontraron con un gran problema: ¡no había forma de cruzarlo!
- ¿Y ahora qué hacemos? –preguntó Pipo, mirando el agua burbujeante.
- Tal vez podamos construir una balsa, –sugirió Timo, mirando a su alrededor en busca de palos y hojas grandes.
Juntos trabajaron y lograron armar una pequeña balsa. Con mucho cuidado, comenzaron a cruzar, pero de repente, un fuerte viento sopló y la balsa empezó a tambalearse.
- ¡Sujetémonos fuerte! –gritó Timo.
- ¡No puedo, estoy volando! –respondió Pipo, tratando de mantener el equilibrio.
Aquel contratiempo hizo que el ratón cayera al agua. Sin pensarlo, Pipo voló bajo y, usando su pico, ayudó a Timo a aferrarse a un tronco que flotaba cercano.
- ¡Sostenete de esto, Timo! –exclamó Pipo.
- ¡Gracias, amigo! –gritó Timo, temeroso, pero con gratitud. Finalmente, lograron alcanzar la orilla.
Un poco empapados pero felices, continuaron su camino hacia el Bosque Susurrante. Sin embargo, mientras caminaban por el bosque espeso, se encontraron con un enorme lobo que bloqueaba el camino.
- ¡¿Qué hacen ustedes aquí? ! –rugió el lobo.
- Solo estamos buscando un tesoro –respondió Timo, temblando un poco.
- ¿Un tesoro, eh? –dijo el lobo con una sonrisa traviesa-. Dicen que hay un tesoro, pero también hay mucho peligro por el camino. Si quieren seguir, necesitarán mi ayuda.
- ¿Por qué nos ayudarías? –preguntó Pipo, desconfiado.
- Porque tengo una canción que puede hacer desaparecer los obstáculos. Solo que, para cantarla, necesito un motivo especial. Cada uno de ustedes tiene que contarme por qué creen que el tesoro es importante. –dijo el lobo, cruzando las patas.
Timo, pensando rápidamente, tiró de la memoria:
- Para mí, el tesoro es importante porque quiero compartirlo con mis amigos y hacerlos felices.
Pipo, sintiéndose inspirado, añadió:
- Y yo quiero usar parte del tesoro para hacer un gran festival donde todos los animales del bosque puedan jugar y cantar juntos.
El lobo escuchó atentamente y, conmovido por sus palabras, dijo:
- ¡Eso es! Ahora puedo cantar. ¡Prepárense! –y comenzó una hermosa canción.
A medida que cantaba, los árboles se movían a un lado, creando un camino claro hacia la Montaña Brillante.
- ¡Increíble! –gritó Timo, con los ojos brillando.
Bajo la guía del lobo, cruzaron el bosque y llegaron a la montaña al atardecer. La cima brillaba con un resplandor dorado. Al llegar, encontraron un baúl antiguo cubierto de polvo.
- ¡Lo encontramos! –exclamó Timo, saltando de alegría.
- ¡Abrámoslo! –agregó Pipo.
Al abrir el baúl, descubrieron dentro no oro ni joyas, sino semillas especiales que podían hacer crecer un jardín lleno de plantas hermosas y deliciosas frutas.
- Estas semillas son el verdadero tesoro, –dijo Timo, sorprendido.
- ¡Sí! Con esto podemos hacer de nuestro hogar un lugar aún más hermoso, donde todos puedan disfrutar –agregó Pipo.
Así, regresaron llenos de alegría al pueblo, donde plantaron las semillas y crearon un jardín mágico. Con su esfuerzo y amistad, transformaron el lugar en un hogar lleno de vida y color que toda la comunidad disfrutó.
Y así, Timo y Pipo aprendieron que, a veces, el verdadero tesoro no es lo que esperamos, sino lo que podemos construir y compartir con otros.
FIN.