El Viaje de Tito a Marte
Tito era un pequeño astronauta con grandes sueños. Desde que era muy chico, siempre miraba las estrellas y soñaba con viajar a Marte. Pasaba horas leyendo sobre el planeta rojo y dibujando cohetes en su cuaderno. Su abuelo, que había sido aviador, le contaba historias sobre los cielos y le decía que, con esfuerzo y dedicación, podría llegar a donde quisiera.
Una mañana, mientras Tito miraba por el telescopio, se dio cuenta de que había algo especial en Marte. "¡Quiero ir allí!"- exclamó emocionado. Pero cuando se dio cuenta de que no tenía el equipo necesario, su energía comenzó a desvanecerse. "¿Cómo voy a ir si no tengo un cohete ni traje espacial? No puedo ir solo con mi imaginación..."-
Tito se sentó en su habitación y suspiró. De pronto, su mejor amiga, Sofía, entró a visitarlo. "¿Qué te pasa, Tito? Te veo preocupado"- preguntó.
"Quiero ir a Marte, pero necesito un cohete y un traje espacial, y no tengo nada de eso"- respondió Tito.
"¿Y si hacemos uno juntos?"- propuso Sofía con una sonrisa.
La idea de Sofía iluminó el rostro de Tito. "¿De verdad? Pero, ¿cómo?"-
"Podemos utilizar cosas que ya tenemos en casa. Reciclamos y armamos nuestro propio cohete"- dijo Sofía entusiasta.
Y así fue como Tito y Sofía se pusieron manos a la obra. Buscaron en el garaje de Tito y encontraron cajas vacías, tubos de cartón, algunas latas y un montón de papel de colores. Al día siguiente, sus amigos, Lucas y Ana, se sumaron al proyecto.
"¡Esto será increíble!"- dijo Lucas, mientras unía dos cajas grandes.
"No olviden pintar el cohete. ¡Debe ser rojo!"- añadió Ana, emocionada.
Mientras trabajaban, sus risas resonaban y la energía del grupo hacía que el proyecto pareciera un juego. Cada tarde después de la escuela, se reunían para construir su cohete. En lugar de herramientas complicadas, usaron tijeras, pegamento y mucha creatividad.
Después de varias semanas, el cohete finalmente estaba listo. "¡Miren! ¡Es genial!"- gritó Tito al ver su creación. Había tomado forma de un verdadero cohete, con alas hechas de cartón y una ventanita donde podían mirar las estrellas.
Pero había un problema: ahora necesitaban trajes espaciales. "¿Y ahora qué hacemos?"- preguntó Sofía, un poco desalentada.
"No tenemos trajes, pero podemos hacerlos con bolsas de plástico y cinta adhesiva"- sugirió Tito, decidido.
Y así, utilizaron bolsas de basura y cinta para hacer trajes que, aunque no eran perfectos, les hacían sentir como verdaderos astronautas. "¡Listo! ¡Ya estamos preparados para despegar!"- exclamó Tito con entusiasmo.
El día del gran viaje llegó. Los cuatro amigos se pusieron sus trajes y se metieron dentro de su cohete de cartón. "¡3, 2, 1, despegamos!"- gritaron, mientras movían los brazos simulando el lanzamiento.
Los padres, que los observaban desde la distancia, estaban sorprendidos por la creatividad de los niños. En sus corazones, sabían que aunque no estaban realmente viajando a Marte, estaban aprendiendo una valiosa lección sobre la cooperación, la imaginación y el trabajo en equipo.
De repente, comenzó a llover. "¡Oh no!"- dijo Ana, preocupada. "¡Nuestro cohete!"-
"No se preocupen, ¡es solo agua!"- dijo Lucas. "Podemos usarlo como una aventura de espacio. ¡Vamos a crear una historia!"-
Los amigos comenzaron a inventar una nueva trama: su cohete había aterrizado en un planeta lleno de ríos de chocolate y árboles de gomitas. Se unieron a los habitantes de ese mundo, llenaron sus mochilas de dulces y vivieron la aventura de sus vidas.
Esa tarde, aunque nunca llegaron a Marte, descubrieron que la verdadera aventura estaba en su imaginación. "¡Esto es mejor que un viaje real!"- dijo Sofía mientras se reía.
"¡Exactamente! Podemos ir a donde queramos, si creemos en nosotros mismos"- respondió Tito, con una gran sonrisa en su rostro.
Desde entonces, Tito y sus amigos siguieron soñando con futuros viajes y aventuras, ya que entendieron que no siempre se necesita un cohete real para viajar lejos, solo un poco de imaginación y buenos amigos al lado.
FIN.