El Viaje de Tobi, el Dinosaurio Olvidado
Había una vez un pequeño dinosaurio de peluche llamado Tobi, que vivía en una habitación llena de juguetes. Era un dinosaurio de color verde brillante, con grandes ojos azules y una sonrisa encantadora. Sin embargo, Tobi había sido olvidado en el fondo de un armario, cubierto de polvo y telarañas.
Un día, mientras la niña que lo había amado se preparaba para mudarse a otra casa, Tobi sintió que el tiempo se acababa.
"¡No puedo quedarme aquí! Necesito volver a ser querido", pensó Tobi, decidido a encontrar su camino de regreso al corazón de su dueña, Sofía.
Esa noche, cuando todo estaba en silencio, Tobi decidió emprender su aventura.
"¡Tengo que salir de aquí!", se dijo mientras empujaba con todas sus fuerzas la tapa del armario. Tras mucho esfuerzo, logró abrirla.
Con un salto, Tobi cayó al suelo y, mientras rodaba, encontró algunos juguetes que también habían sido olvidados. Un robot llamado Rolo y una muñeca llamada Lila.
"¿Qué hacen aquí?", preguntó Tobi, sorprendido.
"Nos olvidaron", contestó Rolo.
"Nosotros queremos volver a ser amados también", añadió Lila con un tono triste.
Tobi sintió que no estaba solo.
"¡Vamos juntos!", dijo con energía. "Podemos ayudar a otros juguetes a encontrar el camino de vuelta a casa".
El grupo comenzó su aventura a través de la oscura habitación.
Primero, llegaron a la casa del perro de juguete, un simpático bulldog llamado Max.
"Max, ¿por qué no vienes con nosotros?", le preguntó Tobi.
"Porque nadie juega conmigo desde hace tiempo. Estoy cansado de esperar", respondió Max.
"Pero si nos unimos, ¡podemos hacer que nuestros dueños se acuerden de nosotros!", propuso Tobi.
Max miró a sus nuevos amigos y decidió unirse al equipo.
Juntos, cruzaron mesa, sillas y estantes, hasta que llegaron a un lugar donde otros juguetes estaban apilados, olvidados como ellos. Había un cochecito, una pelotita y hasta una caja de bloques.
"¡Hola!", saludó Tobi. "Estamos aquí para ayudarlos a volver a ser queridos. ¿Quieren unirse a nosotros?"
"No sé si vale la pena", respondió el cochecito con un suspiro.
"Cuanto más, ¡mejor!", interrumpió Lila.
"Juntos podemos hacer ruido para que nos escuchen", añadió Rolo.
Motivados por las palabras de Tobi y sus amigos, todos los juguetes decidieron unirse al grupo. Sin embargo, había un problema: la habitación estaba oscura y llena de obstáculos.
"¡Necesitamos un plan!", exclamó Tobi. "Podemos formar una fila y avanzar todos juntos, uno detrás de otro. Si alguien se cae, lo ayudamos a levantarse, como buenos amigos".
Los juguetes, con su nuevo plan, comenzaron a avanzar. Tropezaron, pero se ayudaron unos a otros a levantarse. Rolo mostró lo valioso de su amistad al usar su luz para iluminar el camino.
"¡Adelante! ¡Podemos hacerlo!", gritó Tobi con determinación.
Finalmente, llegaron a la puerta. Al empujarla, todos se encontraron en el pasillo. Pero antes de salir, escucharon a Sofía y su familia riendo en la habitación de al lado.
"¡Es nuestra oportunidad!", dijo Tobi emocionado.
Con un rugido de dinosaurio y un ruido de motores, lograron llamar la atención de Sofía.
"¡Mirá, mamá! Mis juguetes están aquí!", gritó Sofía, llenándose de alegría al ver a todos los juguetes juntos.
La niña corrió hacia ellos y los abrazó a todos.
"¿Dónde habían estado? ¡Los extrañé tanto!", dijo mientras los llenaba de cariño.
Tobi sonrió feliz. Había encontrado no solo su camino de regreso, sino también había guiado a muchos otros juguetes en su aventura.
Y así, ese grupo de juguetes olvidados nunca más fueron dejados de lado. Se dieron cuenta que la amistad y la unión eran la clave para ser recordados y amados de nuevo.
Desde entonces, cada vez que Sofía quería jugar, todos los juguetes estaban allí, listos para vivir nuevas aventuras juntos.
Y Tobi, el pequeño dinosaurio, nunca volvió al armario oscuro, porque siempre había un lugar especial para él en el corazón de Sofía.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.