El Viaje de Tomás en el Bosque Tenebroso



Era un día soleado cuando Tomás, un niño de ocho años, decidió salir a explorar el pequeño bosque que estaba cerca de su casa. Estaba tan emocionado que no le prestó atención a los límites que su mamá siempre le decía que debía respetar. Con una mochila llena de galletitas y su linterna, se adentró al bosque, emocionado por la aventura que le esperaba.

Pero después de un rato, Tomás se dio cuenta de que había ido demasiado lejos. Los árboles se hacían más altos y densos, y el camino que había seguido parecía desaparecer. Con el corazón latiendo a mil por hora, se dio cuenta de que estaba perdido.

"¡Mamá! ¡Papá!" - gritó, pero solo escuchó el eco de su propia voz.

Desesperado, se sentó en una roca y comenzó a llorar. Fue entonces cuando una pequeña mariposa amarilla se posó en su nariz.

"¡Hola!" - dijo la mariposa con una voz suave. "No llores, pequeño. ¿Por qué estás triste?"

Sorprendido, Tomás se limpió las lágrimas.

"Estoy perdido y no puedo encontrar a mi mamá y a mi papá. No sé cómo volver a casa."

"No te preocupes, yo te ayudaré. Pero primero, debes ser valiente y creer en ti mismo" - le dijo la mariposa, agitando sus alas con entusiasmo.

Tomás decidió secarse las lágrimas y seguir a la mariposa. Mientras caminaban, pasó junto a un arroyo donde un pequeño sapo estaba sentado.

"¿A dónde van?" - preguntó el sapo, curioso.

"Buscando a mi familia... Estoy perdido." - respondió Tomás.

El sapo lo miró con compasión.

"¡Yo también puedo ayudar! Se necesitan tres para encontrar el camino. Ven, síganme" - dijo el sapo, saltando alegremente.

Tomás y la mariposa siguieron al sapo mientras este saltaba de roca en roca. Pero de repente, se encontraron con un río caudaloso que no podían cruzar.

"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Tomás, asustado.

"Nunca te rindas. A veces, solo necesitas hacer un poco de esfuerzo para encontrar soluciones" - dijo la mariposa.

Tomás miró a su alrededor y vio algunas ramas y troncos.

"¡Puedo construir una balsa!" - exclamó con entusiasmo. Con la ayuda del sapo y la mariposa, recolectaron las ramas y se pusieron a trabajar. Después de un rato, lograron hacer una pequeña balsa.

"¡Eso es, Tomás! Ahora crucemos el río juntos!" - animó el sapo.

Así fue como cruzaron el río con cuidado, gritando de emoción al verlo hacer su primer gran logro. Al llegar a la orilla, Tomás sintió que había recuperado un poco de confianza.

Luego de caminar un rato más, llegaron a un claro donde encontraron un grupo de ardillas que estaban jugando entre ellas.

"Hei, ardillitas, ¿saben cómo puedo volver a casa?" - preguntó Tomás.

"Claro, claro" - dijo una ardilla grande con voz melodiosa. "Todo lo que tienes que hacer es seguir el camino lleno de flores, y al final verás una casa muy bonita" -.

Tomás estaba emocionado, pero a la vez nervioso.

"¿Y si me encuentro con algo peligroso en el camino?" - preguntó.

"Siempre habrá algo que asuste, pero recuerda lo que aprendiste hoy. Cree en ti mismo y enfrenta tus miedos" - respondió la mariposa antes de marcharse.

Con ese consejo en mente, Tomás se despidió de sus nuevos amigos y se dirigió por el camino de flores. En el fondo de su corazón, sentía que estaba más cerca de encontrar a su familia.

Mientras caminaba, se encontró con un lobo que lo miraba fijamente. Tomás se asustó y dio un paso atrás.

"¡No te asustes!" - dijo el lobo con voz suave. "Solo soy un lobo solitario, no quiero hacerte daño. Solo buscaba algo para comer".

Tomás recordó las palabras de la mariposa. Decidió ser valiente y habló.

"¿Y si compartimos? Tengo algunas galletitas en mi mochila".

El lobo se sorprendió, pero aceptó la oferta. Después de compartir, incluso se hicieron amigos.

"Gracias, pequeño. No todos los días recibo una merienda, y menos de un niño" - dijo el lobo con un guiño.

"Ahora que somos amigos, puedo ayudarte a encontrar a tu familia" - agregó el lobo. Y juntos continuaron el camino.

Finalmente, después de un largo recorrido, Tomás comenzó a escuchar voces familiares. Con el corazón lleno de alegría, corrió hacia el sonido y allí estaba su familia, buscándolo preocupados.

"¡Tomás!" - gritaron al unísono, abrazándolo fuertemente.

Mientras los abrazos se sucedían, Tomás se dio cuenta de todo lo que había aprendido en su aventura - un viaje lleno de valentía, amistad y la certeza de que siempre se puede encontrar el camino de regreso a casa, con un poco de ingenio y colaboración.

Desde ese día, Tomás fue más consciente al explorar, siempre respetando los límites, recordando que la aventura también puede estar en la seguridad y el amor familiar.

FIN.

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