El viaje de Tomás hacia el corazón


En un pequeño pueblo en las afueras de Buenos Aires vivía Tomás, un niño curioso y lleno de energía. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, sintió una extraña mezcla de emociones que lo confundieron.

Tristeza apareció cuando perdió su pelota favorita, Alegría se asomó cuando encontró un dulce escondido en su bolsillo, Sorpresa lo invadió al descubrir un nido de pajaritos en un árbol cercano, Miedo lo abrazó al ver a un perro grande acercarse a él y Ira lo inundó cuando uno de sus amigos le quitó su turno en la hamaca.

Al llegar a casa, Tomás decidió contarle todo a su mamá. Sentados juntos en la mesa del comedor, él comenzó: "-Mamá, hoy me pasaron muchas cosas raras.

Primero perdí mi pelota y me puse triste, pero luego encontré un dulce y fui feliz. Después vi los pajaritos y me sorprendí mucho. Pero también tuve miedo con el perro y me enojé con Juan por quitarme mi turno".

La mamá de Tomás escuchaba atentamente cada palabra de su hijo y le sonrió con cariño. "-Tomás querido, todas esas emociones que sentiste son normales y está bien experimentarlas.

La tristeza nos ayuda a valorar lo que tenemos, la alegría nos llena el corazón de felicidad, la sorpresa nos muestra lo maravilloso del mundo, el miedo nos protege ante posibles peligros y la ira nos enseña a poner límites". Tomás asintió lentamente mientras absorbía las palabras sabias de su mamá.

Ella continuó: "-Lo importante es aprender a manejar esas emociones para no dejar que nos dominen.

Cuando te sientas triste o enojado puedes hablar conmigo o dibujar lo que sientes; si tienes miedo puedo acompañarte para enfrentarlo juntos; si estás feliz podemos celebrarlo juntos; y si algo te sorprende podemos explorarlo juntos". Tomás abrazó con fuerza a su mamá sintiéndose comprendido y apoyado.

Esa noche antes de dormir recordó las palabras de su mamá e hizo un dibujo donde representaba todas sus emociones del día: Tristeza como una nube gris que se iba disipando lentamente; Alegría como un sol radiante iluminando todo a su alrededor; Sorpresa como una caja llena de regalos por descubrir; Miedo como un monstruo al que enfrentaba valientemente; e Ira como una llama controlada dentro de él.

Con el correr de los días, Tomás aprendió a reconocer sus emociones sin temor y supo cómo expresarlas adecuadamente gracias al amoroso apoyo de su mamá.

Jugar ya no era solo diversión para él, sino también una oportunidad para explorar el mundo interior lleno de colores emocionales que ahora sabía manejar con destreza.

Y así fue cómo Tomás descubrió que todas las emociones tienen su lugar en su corazón y que contar con alguien dispuesto a escucharlo siempre hace más ligero el camino hacia la madurez emocional.

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