El Viaje de Tomás y la Lección del Bosque



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Verde un niño llamado Tomás. Tomás era un niño travieso y muy curioso, pero también desobediente. Cada vez que su mamá, la señora Clara, le decía que no hiciera algo, él siempre encontraba la manera de hacerlo de todos modos.

Un día, la señora Clara le advirtió: "Tomás, no vayas al bosque sin mí. Es muy fácil perderse allí, y no quiero que te pase nada". Sin embargo, Tomás, emocionado por la idea de explorar, decidió no hacerle caso y se fue al bosque a jugar.

Al entrar al bosque, Tomás comenzó a saltar entre los árboles, recogiendo flores y realizando todo tipo de travesuras, hasta que se encontró con un arroyo brillante.

"¡Qué hermoso!", exclamó Tomás, mientras se acercaba al agua. "Solo un poco más..." -y al intentar dar un paso, resbaló y cayó.

Tomás se levantó rápidamente, pero en ese momento se dio cuenta de que se había alejado mucho y ya no sabía cómo volver a casa. "¿Cómo voy a salir de aquí?", se preguntó asustado. En ese momento, escuchó un ruido entre los arbustos.

"¿Quién anda ahí?" -preguntó, intentando mostrar un poco de valentía. De entre los bosques apareció un viejo búho que lo miró con ojos sabios.

"Soy el sabio Búho Alberto. Y veo que te has perdido, pequeño. ¿No te dijo tu madre que no vinieses al bosque solo?" -en tono de reproche.

"Sí, pero yo solo quería explorar un poco…", murmuró Tomás con tristeza.

"Explorar es divertido, pero hay que hacerlo con responsabilidad. A veces, cuando desobedecemos, tenemos que enfrentar consecuencias. Ven, te ayudaré a encontrar el camino de regreso" -dijo Alberto, extendiendo sus alas.

Juntos, empezaron a recorrer el bosque mientras el búho le explicaba sobre los peligros y maravillas de la naturaleza. "Este lugar es mágico, pero también puede ser muy confuso. Cada árbol y cada sonido tienen su propia historia. Si aprendes a escuchar, podrías descubrir cosas asombrosas".

Tomás escuchaba atentamente, aprendiendo a observar cómo el búho se movía sigilosamente. Pero, en un giro inesperado, escucharon un grito en la distancia. "¡Ayuda!" -era una ardilla atrapada en unas ramas. Tomás miró al búho.

"Debemos ayudarla, Alberto" -dijo Tomás decidido.

"Eso es muy noble de tu parte, pero recuerda que ayudar a otros implica riesgo también. ¿Qué harás?" -preguntó el búho.

Tomás pensó un momento y decidió que aunque era un riesgo, no podía dejarlos solos. "¡Voy a ayudarla!" -dijo con valentía.

Junto al Búho, se acercaron a la ardilla y, con mucho cuidado, Tomás retiró las ramas mientras el búho se encargaba de guiarlo. Finalmente, la ardilla pudo liberarse. "¡Gracias, gracias!" -grazó la ardilla, saltando con alegría.

"Nos has salvado, pequeños héroes" -dijo y se fue corriendo entre los árboles.

Tomás miró al Búho algo cansado pero feliz. "Ahora entiendo que ser responsable también significa ser valiente y hacer lo correcto."

El Búho asintió. "Así es. Y si bien es importante explorar, la obediencia también tiene su valor, pues te mantiene a salvo y te ayuda a crecer. Ahora, ven, que te llevo a casa".

Finalmente, gracias a su nueva amistad con el Búho y a su aprendizaje, Tomás logró volver a casa sano y salvo. La señora Clara lo esperaba en la puerta, preocupada.

"Tomás, ¡estaba muy asustada! No vuelvas a hacerlo" -exclamó su madre abrazándolo fuertemente.

"Lo siento, mamá. Aprendí que hay que escuchar a los mayores. No volveré a desobedecer" -le prometió Tomás con sinceridad.

Desde aquel día, Tomás empezó a explorar el bosque, pero siempre acompañado de su madre o el sabio Búho Alberto, y nunca olvidó las lecciones que había aprendido. Y así, con su corazón lleno de alegría y nuevas aventuras, Tomás creció siendo un niño responsable, siempre recordando la importancia de la obediencia y el valor de ayudar a los demás.

FIN.

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