El viaje de Tomi



Había una vez un niño llamado Tomi, que vivía en un pequeño pueblo. Era muy curioso, siempre hacía preguntas y tenía un gran corazón. Sin embargo, Tomi tenía algunas dificultades en la escuela. Le costaba concentrarse, a veces se distraía con facilidad y no siempre entendía las instrucciones como los demás. Esto hacía que sus compañeros de clase no siempre lo aceptaran.

Un día, durante el recreo, Tomi estaba jugando solo en un rincón del patio. Observaba a sus compañeros jugar a las escondidas. Se veía muy divertido y él también quería participar. Tomi hizo un esfuerzo, tomó aire y se acercó al grupo.

- “¿Puedo jugar con ustedes? ” - preguntó tímidamente.

- “No, vos siempre distraés a todos. Mejor quedate ahí” - contestó Lucas, uno de los chicos del grupo. Tomi sintió que se le quebraba el corazón. No entendía por qué no podía jugar como los demás.

Esa tarde, mientras volvía a casa, encontró a su perro, Max. Max era su mejor amigo. Tomi abría la puerta y lo abrazaba.

- “¿Por qué no me aceptan, Max? Solo quiero jugar como todos” - sollozó Tomi.

Max movió la cola, como si entendiera cada palabra de su amigo. Tomi decidió que debía encontrar la manera de hacerse notar entre sus compañeros.

Al día siguiente, el maestro anunció que habría una competencia de talentos. Tomi pensó que sería la oportunidad perfecta para mostrar lo que sabía hacer. Desde pequeño había aprendido a tocar el ukulele. Se sintió emocionado y asustado al mismo tiempo. Practicó con Max durante días, tocando canciones que le gustaban.

El día de la competencia, Tomi subió al escenario con su ukulele en mano.

- “Vamos, Tomi. ¡Paciencia y corazón! ” - se decía a sí mismo. Cuando comenzó a tocar, su voz llena de alegría llenó el aula y, poco a poco, los murmullos de sus compañeros se calmaron.

Al finalizar su actuación, un fuerte aplauso resonó en la sala.

- “¡Bien hecho, Tomi! ” - gritó Ana, una de sus compañeras.

Tomi sonrió de oreja a oreja, se sintió feliz de que al menos alguien lo apoyara. Sin embargo, todavía había un gran muro entre él y sus compañeros.

Después de la competencia, Lucas se acercó.

- “No sabía que tocabas tan bien. Quizás podrías enseñarnos a tocar…” - sugirió Lucas.

- “¿En serio? ” - preguntó Tomi, sorprendido.

- “Sí, podríamos formar una banda, ¿qué te parece? ” - se animó Lucas.

Con el paso de los días, Tomi comenzó a enseñarle a Lucas y a otros chicos del grupo a tocar el ukulele. Poco a poco, las barreras se iban derrumbando.

- “Tomi, creo que deberías ser el vocalista, tenés una voz genial” - dijo Ana un día mientras ensayaban.

Tomi se sentía cada vez más integrado, había encontrado un lugar donde podía ser él mismo y compartir su gran pasión. Ahora se reía y jugaba junto a sus compañeros, nunca había estado tan feliz.

Finalmente, llegó el día del espectáculo final. La banda de Tomi llevaba semanas preparándose y todos estaban emocionados. Cuando llegó la hora, el salón estaba repleto de padres, amigos y alumnos.

Al subir al escenario, Tomi miró a su alrededor y vio a su grupo de amigos animándolo.

- “¡Vamos, Tomi! ¡Podés! ” - le gritó Ana.

Empezaron a tocar, y Tomi sintió que el miedo se desvanecía. El ritmo llenó el aire y el público se movía con la música. Al finalizar, los aplausos resonaron de nuevo, pero esta vez fue diferente: los chicos lo abrazaron y le dijeron.

- “¡Sos genial, Tomi! ¡No podemos esperar a seguir tocando juntos! ” - dijeron entusiasmados.

Tomi, con lágrimas de alegría, sintió que finalmente había encontrado su lugar.

- “Gracias, chicos, me siento muy feliz de ser parte de este grupo” - dijo.

Desde ese día, no solo era el niño que tocaba el ukulele, sino también el amigo de todos. Tomi aprendió que la aceptación viene cuando uno se muestra tal como es y cuando se esfuerza por conectar con los demás. A veces las primeras impresiones pueden ser engañosas, y las oportunidades surgen de los momentos más inesperados.

Así, con su música y su corazón abierto, Tomi hizo que cada día a su lado fuera una fiesta.

FIN.

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