El viaje de Tronquito
Había una vez un elefante rosa llamado Tronquito que vivía en la selva.
A diferencia de los demás elefantes, Tronquito era diferente, ¡era rosa! Pero eso no le importaba en lo más mínimo, porque era el elefante más feliz y amigable que jamás hayas conocido. Un día, Tronquito decidió emprender un viaje para conocer nuevos lugares y hacer nuevos amigos. Se puso su mochila al hombro y comenzó a caminar por el sendero de la selva.
En su camino se encontró con muchos animales: monos juguetones, tucanes coloridos y tortugas lentitas. De repente, mientras cruzaba un río cristalino saltando sobre las piedras, escuchó un grito desesperado.
Era Pepito el ratón, quien había caído al agua y no sabía nadar. Sin dudarlo ni un segundo, Tronquito extendió su trompa hacia Pepito y lo rescató. Pepito estaba muy agradecido y le dijo a Tronquito: "¡Muchas gracias por salvarme! ¿Cómo puedo recompensarte?".
Tronquito sonrió y respondió: "No necesito ninguna recompensa. Soy feliz ayudando a otros". Los dos se hicieron amigos inseparables y continuaron juntos en el viaje de Tronquito.
Durante su travesía conocieron a Lulú la jirafa curiosa, quien les mostró los árboles más altos del mundo; luego encontraron a Panchito el mono aventurero, quien los llevó trepando por lianas hasta llegar al lugar donde vivían los pájaros multicolores. En cada lugar que visitaban, Tronquito y Pepito dejaban una huella de amistad y alegría.
Todos los animales disfrutaban de su compañía y se unían a sus aventuras. Un día, mientras exploraban una cueva misteriosa, encontraron un mapa antiguo que señalaba el camino hacia la montaña dorada.
Sabían que ese era el tesoro más valioso del mundo animal, pero también sabían que no importaba tanto como la amistad y la felicidad. Decidieron compartir el mapa con sus amigos para que todos tuvieran la oportunidad de encontrar la montaña dorada juntos.
Y así fue como todos los animales se unieron en una gran expedición llena de risas y diversión. Después de muchos días caminando por senderos empinados y ríos caudalosos, finalmente llegaron a la cima de la montaña dorada.
Pero lo más sorprendente fue descubrir que el verdadero tesoro no eran las pepitas brillantes, sino los momentos compartidos y las amistades forjadas durante el viaje.
Tronquito entendió en ese momento que no necesitaba buscar tesoros materiales para ser feliz; su mayor riqueza estaba en tener amigos maravillosos a su lado. Así termina esta historia del elefante rosa viajero y feliz.
Nos enseña que lo más importante es valorar las amistades verdaderas, estar dispuestos a ayudar siempre sin esperar nada a cambio y disfrutar cada momento sin preocuparse por cosas materiales. Porque al final del día, lo único realmente valioso es el amor y la felicidad compartida con aquellos que nos rodean.
FIN.