El Viaje de Vito y los Verbos Mágicos



Era una soleada mañana en el barrio de Villa Esperanza, y un niño llamado Vito estaba dispuesto a enfrentarse a un nuevo desafío: ¡los verbos! A sus siete años, Vito ya había aprendido muchas cosas, pero los verbos se le hacían un poco difíciles. Con su cuaderno de notas lleno de garabatos, decidió que era hora de ponerse a estudiar.

"¿Cómo puedo aprender sobre los verbos?" - se preguntó mientras miraba al cielo que se llenaba de nubes pasajeras. De repente, escuchó una voz proveniente del jardín.

"¡Hola, Vito!" - era su amigo el gato, Renzo, que se sentaba en la rama de un árbol. "¿Para qué miras al cielo? ¿No sabes que los verbos son como aventuras?"

Vito miró sorprendido a Renzo. "¿Aventuras? No sabía eso. Yo sólo veo palabras aburridas."

"¡No tan rápido!" - exclamó Renzo mientras se bajaba del árbol y se sentaba junto a Vito. "Los verbos son mágicos. Pueden volar, correr y hasta cantar. Solo tienes que encontrarles el encanto."

Vito se sintió intrigado. "¿Y cómo hago eso?" - preguntó.

"Te voy a llevar a un lugar especial. El Valle de los Verbos. Ahí, podrás ver cómo funcionan por sí mismos" - respondió Renzo.

Sin pensarlo dos veces, Vito siguió a Renzo hasta un claro en el bosque. Allí, estaba el Valle de los Verbos, un lugar donde los verbos cobran vida. Había verbos que corrían, otros que cantaban, y algunos que volaban entre las flores. Vito se quedó maravillado.

"¡Mirá!" - gritó Vito, apuntando hacia un grupo de verbos que jugaban al fútbol. "¿Son ellos?"

"Exactamente. Uno de ellos es el verbo 'correr'." - dijo Renzo. "Y ese de lástima no sabe cómo se conjuga. Vamos a ayudarlo."

Se acercaron al verbo ‘correr’, que se estaba tropezando y no lograba dar un pase.

"Hola, Correr. ¿Qué te pasa?" - le preguntó Vito.

"No puedo conseguir que la gente me entienda. La gente a veces no sabe usarme. Estoy desesperado."

"No te preocupes. Yo puedo enseñarte."

Vito tomó aire y, con un poco de timidez, comenzó. "Correr, cuando es 'yo', se dice 'corro'. Cuando son 'ellos', se dice 'corren'. Y así se conjuga. ¡Es simple!"

El verbo 'correr' miró a Vito con ojos chispeantes.

"¿En serio? Gracias, Vito! Ahora puedo hacer que todos me entiendan."

"¡Eso es!" - exclamó Vito. Renzo y Vito siguieron avanzando y encontraron a otro verbo en problemas: ‘bailar’.

"¿Qué te pasa a vos, bailar?" - preguntó Vito.

"No puedo expresar lo que siento. Nadie sabe cómo usarme en presente o pasado."

Vito frunció el ceño, buscando cómo ayudarlo. Entonces recordó. "¡Yo sé! Para decir 'ella baila', solo se dice 'baila'. Y si es en pasado, es 'bailó'."

El verbo ‘bailar’ comenzó a girar emocionado.

"¡Lo entendí! Gracias, Vito. Ahora puedo ser parte de las fiestas!"

A medida que avanzaban, Vito se daba cuenta de que enseñar a los verbos también le ayudaba a él mismo. Sin embargo, de repente sintió una punzada de preocupación.

"¿Qué pasa si no puedo ayudar a todos los verbos?" - preguntó, con un tono preocupado.

"No, no! No te pongas ansioso, Vito. Cada verbo es diferente. Pero todos tienen algo en común: quieren ser entendidos. Lo importante es no rendirse. Y si te esfuerzas, lo lograrás", lo animó Renzo.

Con renovada confianza, Vito continuó su camino, cuidando cada verbo que se encontraba. Vito y Renzo ayudaron a aprender a conjugar a varios verbos, mientras que el sol comenzaba a ocultarse tras las montañas.

De pronto, vieron a un grupo de verbos tristes que no se movían.

"¿Qué les pasa a ustedes?" - preguntó Vito.

"No sabemos lo que somos..." - dijo uno de ellos, cuya palabra era 'ser'.

"¿No saben?" - respondió Vito, sorprendido. "Pero son esenciales. Sin ustedes, no podríamos hablar ni escribir. Son los verbos más importantes de todos!"

Vito sintió que una idea se hacía más clara.

"Si usan la palabra 'soy', eso te permite expresar quién sos. ¡También puede ser 'fui' para el pasado!"

Los verbos comenzaron a brillar.

"¿Podemos brillar?" - preguntó 'ser', lleno de alegría.

"¡Por supuesto! Cuando la gente entiende tus formas, asumes un nuevo significado. ¡Gracias, Vito!"

Y así, uno por uno, los verbos dejaron de estar tristes. Vito sintió un profundo orgullo.

"¡Lo logré! Los estoy ayudando a todos!"

Renzo sonrió. "Sí, lo hiciste, Vito. Lo más importante es que nunca olvides que el esfuerzo siempre trae recompensas."

Con el sol poniéndose, Vito regresó a casa. Sabía que había aprendido sobre los verbos, pero había aprendido aún más sobre la perseverancia y la amistad. Esa noche, cuando se sentó a estudiar, sintió que los verbos ya no eran una tarea difícil. Les estaba tomando prestados un poco de su magia.

Y desde ese día en adelante, Vito no solo se convirtió en un experto en verbos, sino que también continuó ayudando a sus amigos a aprender. Todos en Villa Esperanza lo conocían como el "Vito Verbos" y, aunque siguió aprendiendo, entendió que el verdadero poder residía en el esfuerzo y la ayuda mutua.

FIN.

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