El viaje del amor
Yara era una niña alegre y llena de energía. Siempre estaba jugando con Dolly, su fiel perrita blanca. Juntas corrían por el jardín, se echaban largas siestas al sol y compartían sus secretos más profundos.
Un día, los padres de Yara tuvieron que hacer un viaje urgente y no pudieron llevarse a Dolly. La niña estaba triste, pero sabía que debía quedarse en casa cuidando la granja mientras ellos estaban fuera.
Los días pasaban lentamente para Yara sin la compañía de Dolly. Extrañaba sus ladridos alegres y su cola moviéndose de un lado a otro con emoción. Una tarde, mientras observaba el atardecer desde su ventana, una idea brillante cruzó por su mente.
"¡Dolly! ¡Tengo una idea genial!", exclamó Yara emocionada. Dolly levantó las orejas y la miró con curiosidad, como si entendiera cada palabra que decía. "Voy a ir a buscarla al pueblito donde está ahora mismo", continuó Yara decidida.
Aunque sabía que era una tarea difícil para una niña pequeña como ella, la valentía de Yara superaba cualquier obstáculo que se le presentase en el camino.
Al día siguiente, temprano en la mañana, Yara preparó una mochila con algo de comida, agua y unas cuantas mantas para el viaje. Se despidió de sus padres prometiéndoles volver pronto con Dolly y emprendió su aventura hacia el pueblito alejado donde habían dejado a su querida mascota.
El camino era largo y lleno de peligros: ríos caudalosos que debía cruzar, montañas empinadas por escalar y bosques oscuros donde los sonidos desconocidos ponían a prueba su valentía.
Sin embargo, cada vez que sentía miedo o duda, recordaba lo feliz que sería reunirse nuevamente con Dolly y eso le daba fuerzas para seguir adelante. Después de varios días de travesía agotadora pero emocionante, finalmente llegó al pueblito donde se encontraba Dolly. La perrita blanca la esperaba ansiosa frente a una vieja casona abandonada.
Al ver a Yara llegar corrió hacia ella ladrando de felicidad. "¡Dolly! ¡Mira quién vino por ti!", exclamó Yara abrazando a su amiga peluda.
Las lágrimas brotaban tanto en los ojos de la niña como en los ojos brillantes de Dolly mientras se reencontraban después de tanto tiempo separadas. Juntas regresaron a casa entre risas y lamidas cariñosas demostrándose cuánto se habían extrañado mutuamente durante aquellos días separadas.
Desde ese momento, Yara aprendió que la verdadera valentía no radica solo en enfrentar peligros externos sino también en seguir el corazón para alcanzar aquello que más ama en este mundo: su amistad inquebrantable con Dolly.
FIN.