El Viaje del Auto Lindo



Érase una vez un auto muy lindo llamado Bruno. Bruno era un coche rojo brillante con ruedas relucientes y un motor que rugía como un gato fuerte cuando arrancaba. Vivía en un taller de automóviles en un pequeño pueblo llamado Autolandia. Los vecinos siempre decían que Bruno era el auto más hermoso que habían visto, pero también era un poco vanidoso.

Un día, llegó al taller un auto viejo y desgastado llamado Don Ramón. A pesar de las abolladuras y la pintura descolorida, Don Ramón tenía un corazón generoso y una gran sabiduría.

"Hola, Bruno. ¡Qué lindo sos!" dijo Don Ramón con una sonrisa.

"Gracias, Don Ramón. ¿Y vos? ¿Qué te pasó?" respondió Bruno, con un tono despectivo. "Parece que te olvidaron en un rincón".

Don Ramón se rió.

"Puede que sí, pero tengo muchas historias que contar. Te aseguro que la belleza exterior no lo es todo".

Bruno se quedó pensando, pero no le prestó mucha atención. Así pasaron los días hasta que llegó una competición de autos en Autolandia: la Gran Carrera de Primavera. Estaba seguro de que podía ganar, solo necesitaba lucirse.

El día de la carrera, todos los autos estaban nerviosos, pero Bruno se sentía seguro.

"¡Soy el auto más bello! ¡Iré a la velocidad del rayo!" se dijo a sí mismo.

Cuando comenzó la carrera, Bruno salió disparado, adelantando a todos. Pero en una curva, a causa de su velocidad y egocentrismo, se distrajo viendo cómo relucía su pintura bajo el sol y ¡se salió de la pista!

Mientras Bruno trataba de recuperarse, Don Ramón pasó a su lado y le dijo:

"¿Sabés? No solo se trata de ser rápido y lindo. Hay que ser paciente y saber escuchar a los demás también".

Bruno, algo avergonzado, intentó regresar a la pista, pero había perdido mucho tiempo.

"¡No puedo creerlo!" gritó.

Don Ramón siguió, recordando sus años de experiencia, y finalmente logró cruzar la meta, pero con calma y amistad.

Aunque Bruno era más rápido, terminó en cuarto lugar. Al final de la carrera, volvió al taller un poco triste.

"Lo intenté, pero no fue suficiente".

Don Ramón, esperándolo, le dijo:

"No te desanimes, Bruno. No siempre se gana, pero siempre se puede aprender. La verdadera belleza está en lo que llevas dentro y en cómo tratas a los demás".

Desde ese día, Bruno empezó a cambiar. Se hizo amigo de Don Ramón y aprendió a escuchar sus historias. Ayudó a los autos más viejos a mejorar y juntos hicieron una gran amistad.

Finalmente, Bruno entendió que el amor y la amistad eran más valiosos que cualquier trofeo.

"Gracias, Don Ramón. Ahora sé que ser lindo es solo una parte de lo que soy. Lo más importante es el corazón".

Y así, Bruno dejó de ser un auto vanidoso y se convirtió en un verdadero amigo. Juntos, continuaron explorando el mundo, ayudando a otros autos y disfrutando de sus aventuras en Autolandia.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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