El viaje del barco de papel
Había una vez en un pequeño pueblo costero, un niño llamado Tomás, a quien le encantaba jugar cerca del mar. Un día, mientras paseaba por la playa, encontró un trozo de papel y decidió hacer un barco de papel. Con cuidado, lo dobló y lo moldeó hasta que quedó listo para navegar. Tomás sopló suavemente y el barco de papel zarpó hacia el agua.
El barco de papel navegaba sin rumbo fijo, pero siempre avanzaba con determinación. En su travesía, se encontró con una familia de peces que nadaba alegremente. -Hola, ¿a dónde te diriges? -preguntó el pez más grande. -No lo sé, estoy explorando el mar -respondió entusiasmado el barco de papel.
Pronto, el barco de papel llegó a una isla misteriosa. Al desembarcar, conoció a una tortuga anciana que le contó historias de sus viajes por el océano. -Nunca dejes de explorar y aprender, pequeño barco de papel -aconsejó la sabia tortuga.
Decidido a seguir su travesía, el barco de papel partió hacia aguas desconocidas. En su camino, se encontró con una ballena amigable. -¡Qué valiente eres, barco de papel! Nunca subestimes tu capacidad para llegar lejos y cumplir tus sueños -dijo la ballena con cariño.
A medida que el sol se ponía en el horizonte, el barco de papel reflexionó sobre las lecciones que había aprendido en su viaje. Entendió que, aunque era pequeño, tenía el poder de explorar, aprender y conectarse con otros seres marinos.
Finalmente, el barco de papel regresó a la orilla, donde Tomás lo encontró. Con una sonrisa en su rostro, lo tomó entre sus manos y lo guardó con cariño. Sabía que, aunque era solo un barco de papel, había vivido grandes aventuras y había aprendido lecciones importantes.
Desde ese día, Tomás guardó su barco de papel como un recordatorio de que, aunque seamos pequeños, siempre podemos emprender grandes travesías y aprender de las experiencias que vivimos.
FIN.