El Viaje del Barrilete Soñado
Había una vez un alegre barrilete llamado Colibrí que vivía en un pequeño pueblo argentino. Su dueño, un niño llamado Lucas, lo había hecho volar en el amplio campo cercano a su casa. Lucas y Colibrí compartían risas y aventuras bajo el cielo azul.
Un día, mientras volaban juntos, una ráfaga de viento sopló con fuerza. Colibrí se elevó tan alto que Lucas no pudo sostener la cuerda. De repente, ¡zas! El barrilete quedó libre y comenzó a deslizarse por los cielos.
"¡Colibrí! ¡Vuelve!" - gritó Lucas, pero su amigo ya estaba lejos, disfrutando de la nueva libertad.
Offuscado, Lucas miró cómo su amigo se alejaba. Pero El barrilete no tenía miedo, ¡estaba emocionado! Comenzó su viaje mágico, danzando entre las nubes y el sol brillando en sus colores.
Al poco tiempo, Colibrí encontró un grupo de otros barriletes en un bello parque. Ellos lo recibieron con alegría.
"¡Hola! ¡Vení a jugar con nosotros!" - exclamó un barrilete de rayas.
Colibrí se unió al juego, se lanzaron volteretas y figuras en el aire, reían y disfrutaban de ese hermoso momento. Sin embargo, Colibrí empezó a sentir un pequeño vacío en su corazón, extrañaba a Lucas, a su risa y a sus abrazos.
"¿No tenés un dueño?" - le preguntó una barrilete de lunares.
"No, me solté de mi amigo..." - respondió Colibrí, sintiéndose un poco triste.
Así siguió el barrilete, surcando los cielos, pero siempre con ese pequeño vacío hasta que conoció a un sabio globo aerostático llamado Don Viento.
"¿Por qué pareces triste, pequeño barrilete?" - inquirió Don Viento, suavemente.
"Extraño a mi dueño, Lucas. Viajé para ser libre, pero la libertad no se siente completa sin un amigo..." - confesó Colibrí, mirando al horizonte.
"¿Sabías que la amistad se puede sentir en la distancia? No siempre necesitas estar cerca. Puedes seguir siendo amigos aunque estés lejos. Ahora aprende a disfrutar de la libertad, y cuando estés listo, volverás a él" - le dijo el sabio.
Colibrí se sintió aliviado. Él entendió que podía llevar su cariño hacia Lucas en su corazón mientras exploraba el mundo desde lo alto. Empezó a descubrir paisajes mágicos: montañas plateadas, ríos de colores y árboles de caramelos.
Pero no todo fue fácil. Una noche, mientras volaba muy alto, una tormenta repentina se desató. Colibrí se sintió aterrorizado, su cuerda se enredó con otra y dos barriletes quedaron atrapados.
"¡Ayuda!" - gritaban los otros barriletes.
Colibrí no dudó ni un segundo. Con todas sus fuerzas, movió sus alas con gran valentía.
"¡Abran bien sus alas y sigan mi ritmo! ¡Juntos saldremos!" - les dijo, y así lo hicieron. ¡Lo lograron! Cruzaron la tormenta, juntos, y encontraron un rectángulo de cielo claro donde aterrizaron.
"¡Gracias, Colibrí! Eres muy valiente" - dijo un barrilete de lunares.
Colibrí sonrió, se sintió orgulloso, y eso le hizo recordar cuanto amaba volar. Al poco tiempo, la tormenta se disipó y el barrilete vio que estaba cerca de su casa.
En su corazón, supo que era el momento de regresar. Al llegar al campo donde siempre volaba con Lucas, comenzó a descender. Justo en ese instante, Lucas había llegado, buscándolo con los ojos llenos de lágrimas.
"¡Colibrí! ¡Te encontré!" - exclamó Lucas, extendiendo sus brazos.
Cuando el barrilete tocó el suelo, Lucas lo abrazó fuertemente. Colibrí se dio cuenta de que, aunque había disfrutado de su aventura, el verdadero significado de la libertad era compartir momentos con quienes amaba.
"¡No te volveré a soltar!" - prometió Lucas, mientras los dos volvían a volar juntos, ahora más felices que nunca.
Desde ese día, Colibrí sabía que la libertad era dulce, pero el amor de un amigo era aún mejor. Juntos, exploraron el cielo y crearon nuevas aventuras cada día, porque la amistad es la mejor aventura de todas.
FIN.