El viaje del Charango Curioso
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un niño llamado Mateo. Se distinguía por su curiosidad inagotable. Un día, mientras exploraba el desierto, se encontró con un instrumento musical: un charango. Era brillante y tenía un sonido ensenador.
- ¡Qué lindo! - exclamó Mateo mientras lo acariciaba. - ¿Te tocó la suerte, amigo mío? - le preguntó el charango con una voz suave.
Mateo, sorprendido por la respuesta, no podía creer que un instrumento hablara.
- ¡Sí! ¡Sí! Me encantaría saber más sobre ti! - dijo emocionado.
- Soy un charango del pueblo de los músicos. Acompañamos a aquellos que buscan comunicar lo que sienten a través de la música. ¿Estás listo para una aventura? - le propuso el charango.
- ¡Totalmente! - respondió Mateo con una sonrisa.
Ambos se embarcaron en un viaje mágico donde el charango le mostró a Mateo distintos lugares de su pueblo. Viajar por la plaza, tocar las canciones de los abuelos y conocer a los ancianos que contaban historias.
En su camino, encontraron a una joven llamada Lila, que estaba triste porque no podía tocar el piano del conservatorio local.
- ¿Por qué estás tan triste, princesa? - preguntó el charango con cariño.
- No tengo alguien con quien practicar, y siento que nunca seré buena - suspiró Lila.
Mateo, con una sonrisa, le dijo:
- Pero tal vez, podrías tocar con nosotros y aprender de la misma música. ¡Así disfrutaremos juntos! -
Con un brillo en sus ojos, Lila asintió:
- Claro, me encantaría.
Así que formaron un trío, Mateo, Lila y el charango, creando melodías que resonaban por todo el pueblo. Cada día, tocaban en diferentes lugares: debajo de los árboles, en el mercado, ¡hasta en el parque!
A medida que practicaban, Lila empezó a mejorar. Pero un día, se dio cuenta de que un concurso de música se estaba organizando en el pueblo y decidió participar.
- Me gustaría que tocáramos juntos en el concurso, charango - dijo Lila, algo nerviosa. - Pero creo que no estoy lista.
- La mejor forma de aprender es hacerlo, Lila - le dijo el charango. - No te preocupes, yo estaré contigo.
Y así, esperaban ansiosos el gran día. Cuando llegó, Lila estaba muy nerviosa.
- Debo recordar que esto es para disfrutar y compartir, ¿no? - le recordó Mateo.
- ¡Sí! ¡Voy a disfrutar! - Lila se sonrió, llenándose de determinación.
Cuando por fin llegó su turno, Lila tomó aire y comenzó a tocar. Las notas salían del piano de una manera hermosa, complementadas por las melodías del charango. La música llenó el aire, y todo el público se quedó maravillado.
Al finalizar, fueron aclamados con aplausos y sonrisas.
- ¡Lo hicimos! - gritó Lila llena de alegría.
- Nunca dudaste en dar lo mejor de vos misma - dijo Mateo, abrazándola.
Aunque no ganaron el primer lugar, recibieron el reconocimiento a la originalidad de su actuación, y por sobre todo, el amor por la música que contagiaron a todos.
Días después, el pueblo entero se unió en una fiesta llena de música y risas, donde todos podían bailar y disfrutar juntos. Lila aprendió que, hablar sus emociones a través de la música era un regalo. Y Mateo, que la curiosidad y la amistad podían abrir las puertas a aventuras inesperadas. Así, el charango, Mateo y Lila continuaron explorando, creando su propia melodía por los caminos de la vida, sabiendo que lo importante era disfrutar del proceso y compartirlo con los demás.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.