El Viaje del Corazón
En un rincón pintoresco del campo argentino, un rancho rodeado de vastos campos de flores y un cielo azul intenso se erguía con fuerza. Allí vivían José María, de 15 años, y Sofía, de 16, que llevaban consigo heridas profundas en el corazón por la pérdida de sus padres, Marcos y Gabriela. La tristeza era una sombra que los seguía a todas partes, y a menudo, miraban hacia el horizonte, como buscando una respuesta que nunca llegaba.
Un día, mientras José María intentaba arreglar el viejo tractor del rancho, escuchó el llanto de Sofía. Preocupado, se acercó a ella.
"¿Qué te pasa, Sofi?"
"No puedo dejar de pensar en la última vez que vi a mamá y a papá. No pude despedirme..."
"Lo sé, pero tenemos que seguir adelante por ellos. Ellos querrían que fuéramos felices."
Sofía suspiró, secándose las lágrimas.
"Pero a veces siento que los estoy traicionando al intentar ser feliz."
Ambos se sentaron bajo un árbol frondoso, buscando consuelo en la compañía del otro. Justo entonces, un pequeño pájaro se posó en una rama cercana y comenzó a cantar una alegre melodía.
"Mirá, Sofi. Ese pájaro no se detiene, a pesar de las tormentas. Quizás eso es lo que tenemos que hacer."
Inspirados por el canto del pájaro, decidieron emprender un viaje hacia el pueblo cercano. Llenaron una mochila con algunas galletas y agua, y se adentraron en el camino. Sin embargo, a medida que se acercaban al pueblo, un fuerte viento comenzó a soplar, haciendo que las ramas de los árboles se balancearan ferozmente.
"¿Viste, José? Ahora el viento se desata, como si quisiera asustarnos. ¡Tal vez deberíamos volver!"
"No, Sofi. El viento solo es un desafío. Sigamos adelante, por favor."
Al llegar al pueblo, encontraron un lugar lleno de risas y alegría. Los niños jugaban, las familias compartían momentos, y los colores de las tiendas brillaban bajo el sol. José María y Sofía se sintieron algo fuera de lugar, pero algo en el aire los animó a explorar.
"¡Mirá, Sofi! Ahí hay un mercado. Quizás podamos comprar algo de comida."
Mientras paseaban por el mercado, una anciana los llamó.
"¡Niños! ¡Vengan aquí!"
La abuela, con el cabello plateado y una sonrisa amable, los invitó a probar unas galletas recién horneadas.
"Estas son especiales, tienen magia. Cada vez que las consumes, recuerdas los momentos felices".
Sofía, intrigada, aceptó una galleta y la mordió. Un rayo de alegría la invadió.
"José, sentí algo, como si mamá y papá estuvieran aquí..."
"¿Ves? La alegría de vivir no se ha ido. Solo está esperando que la recordemos."
Esa tarde, mientras se sentaban junto a un lago, donde el agua reflejaba su risa, José María tomó la mano de Sofía.
"Vamos a hacer algo. Regresaremos al rancho, pero con una nueva perspectiva. Recordaremos a mamá y a papá con alegría, y haremos todo lo posible para vivir una vida que les haga orgullosos."
Después de ese viaje, los hermanos transformaron su rancho. Empezaron un pequeño huerto, que cada día les daba nuevas razones para sonreír. Se llenaron de alegría compartiendo las cosechas con los vecinos y organizando pequeñas fiestas donde la risa y la música llenaban el aire.
Cada vez que miraban al cielo, el canto de los pájaros les recordaba que sus padres siempre estarían en sus corazones, impulsándolos a ser felices.
"No es que los olvidemos. Es que aprendemos a vivir con su recuerdo, y eso nos llena de amor."
José María y Sofía, con cada nuevo amanecer, sentían que la ternura de la vida renacía con ellos, a pesar de la tristeza del pasado. Juntos, empezaron a confiar nuevamente en el presente, a abrazar la vida y a mirar al futuro con esperanza.
Y así, el viaje del corazón de Jose María y Sofía no solo se trató de la tristeza, sino de encontrar la belleza en cada día, recordando que siempre hay espacio para la felicidad, incluso tras las tormentas más fuertes.
FIN.